Los gatos para las personas en general es un animal doméstico sin más, pero, para las personas que gustan de entrar en detalles y escudriñar detrás de lo oculto, estos animalitos que nos parecen tan sencillos tienen toda una historia, y su camino hasta los días de hoy no ha sido fácil. Me remito a los hechos.
Los gatos han suscitado pasiones tan contradictorias como el afecto sin límite a un odio irracional, fueron considerados encarnaciones divinas en el Antiguo Egipto; el Occidente Cristiano Medieval los consideró manifestaciones del diablo, o héroes bienhechores en incontables leyendas de todas las épocas y lugares.
Nadie duda que estos felinos poseen un aura de misterio a la que nadie ha podido permanecer indiferente y por esta razón vamos a analizar sus orígenes, y la relación tan especial que mantiene con nosotros, los humanos.
Orígenes
Según últimos estudios de naturistas, zoólogos, e historiadores, los gatos tendrían su origen en África, y más precisamente en el periodo de la protohistoria. Desde el III Milenio A.C. aparecen frescos y pinturas funerarias donde se le representan en estatuas de bronce que datan de la época de las primeras dinastías faraónicas.
Seguramente fueron los egipcios los primeros en domesticarlos.
El cruce entre dos subespecies felinas estrechamente emparentadas entre sí, pero diferentes por su talla y aspecto habrían dado paso al primer felino como nosotros lo reconocemos.
Este cruce habría sido entre un gato de Libia (Felis Libyca) y el Chaus (Felis Ocreata) muy parecido este último al lince.
El gato de Libia (africano) domesticado servia para guardar provisiones ante los roedores, y el Chaus, que era más salvaje, ayudaba en la caza para acorralar las presas que pululaban por las marismas del Nilo.
Este felino doméstico al tener una gran capacidad de mutación genética se ha desarrollado enormemente en varias vertientes y es así, como en Asia Occidental se aparearon con los gatos salvajes de las estepas, por lo que el gato egipcio es también un antepasado de las variedades de pelo largo (ángoras y persas).
Mientras los que conocemos como siameses resultarían del emparejamiento de los gatos de bengala (prionailurus) y los ocelotes de la China.
Los gatos se extendieron en el I milenio A.C. al Asia y China. En Occidente su introducción fue más tardía, quizás las legiones romanas ayudaron mucho en su expansión. Las diferentes razas existentes en la actualidad provienen de complejos cruces con los gatos salvajes locales y donde su genealogía se pierde en experimentaciones locales imposibles ya de controlar, por lo menos, para una historia certera.
Los Gatos y algunas Culturas Antiguas
Los egipcios fueron el pueblo que mejor capto esa mirada enigmática de los gatos. Llamaban a estos felinos MAU, lo cual significaba, OJO. También resultaba una inspiración para el Supremo Principio Divino, lo que es igual al OJO SOLAR.
En el antiguo Egipto se profesó verdadera veneración a estos felinos, sobre todo en Per-Bast (más conocida como Bubastis), ciudad situada junto a uno de los brazos del Nilo, cuyas ruinas se encuentran cerca de la actual Zagazig.
En esta ciudad se adoraba a la diosa-gata Bast, y de allí esta tradición se extendió por toda la tierra enigmática de los faraones, donde los gatos fueron considerados siempre sagrados, sino divinos.
La unidad administrativa local egipcia era el NOMO (provincia), con centro en una ciudad, dirigido por un monarca, y con dios independiente.
Estos dioses eran siempre asociados con los animales, por lo que se convertían en figuras sagradas.
Por ejemplo, Thot, dios de la ciencia, de la escritura y de la música, era asociado con el ibis, un ave que era sagrada para los egipcios. Horus, el dios del sol, era asociado con el halcón, y Hathor, la diosa del amor, se asociaba con la vaca.
Pero quizás el animal más venerado en muchos lugares de Egipto fue el gato, cuyo culto nació precisamente en Bubastis.
Bubastis fue fundado por el faraón Keops, aproximadamente en el año 2700 a.c. En el corazón de la ciudad se hallaba ubicado el templo a la diosa-gata.
Según Herodoto, "era un templo cuadrado, imponente".
Su interior estaba rodeado de paredes totalmente esculpidas con figuras de infinidad de animales.
Y en el centro del templo, una gran estatua de la diosa, posiblemente llevando algún símbolo de poder y, como sacerdotes, ¡más figuras de gatos!.
En los hogares egipcios los gatos eran tratados como un familiar más, llorada su muerte en forma de un ritual ya establecido con momificación incluida, y enterrado en una tierra sagrada dedicada a la diosa-gata Bast.
Son innumerables las muestras de gatos momificados existentes actualmente en el Museo Británico y en el Museo Metropolitano de Nueva York.
Cuando Bubastis fue desenterrada por los arqueólogos contemporáneos (generalmente ingleses y franceses), se encontraron infinidad de monumentos erigidos en honor a la diosa felina Bast. Asimismo, momias de gatos y cementerios donde se les colocaba en criptas especiales para evitar la descomposición de los cuerpos.
Pero no solo han sido los egipcios los que han considerado a los gatos como entidades sobrenaturales, existen una serie de culturas donde los gatos adquieren una importancia relevante.
Por ejemplo, los celtas creían que las hadas observaban el mundo terrestre a través de los ojos de los gatos, en el Talmud, se aconseja que la placenta de gata negra poseía el poder de hacer ver los demonios a las personas que se frotaban los ojos con ella. El Islam se muestra muy favorable hacia este animal, por el que el profeta sentía gran afecto.
Existe una leyenda recogida en Turquía donde se cuenta que Mahoma mostró una gran compasión por los gatos, incluso su preferencia fue tal que les dio entrada al Paraíso, y de aquí viene la explicación de que porque los gatos caen siempre sobre sus patas, ya que Mahoma acariciaba constantemente la espalda de su felino preferido.
Leyenda o no, la verdad es que los gatos tenían una relevancia enorme en aquella época, no tanto así las mujeres, las cuales Mahoma excluyó de su Paraíso, sin ningún tipo de explicación.
Los Gatos y su Significado (Siglos X y XIII)
En el Occidente Medieval se crea una idea que perdurara mucho tiempo respecto a los gatos. El origen de una "demonización de estos felinos" proviene de los años 961, y su instauración primera quizás provenga de las tierras de Flandes donde Balduino III y las clases dirigentes comienzan a identificar a los gatos con entes malignos.
El Sacro Imperio que había restaurado el imperio de Carlos Magno y que se prolongaba como un brazo de la Iglesia ya implantó la idea que los gatos eran compañeros malditos de brujas, concepto que permaneció hasta el Siglo de las Luces.
Curiosamente en los medios rurales se continuaba considerando a los gatos seres especiales, pero aún la idea de las clases dirigentes en cuanto a su conexión con el maléfico no recalaba totalmente.
En el año 1022 es cuando se planteó la cuestión de los canónigos heréticos de Orleáns, en la cual los gatos eran manifestaciones del espíritu del mal, identificándolos con otros animales "condenados" como, el sapo, o el macho cabrío.
El prelado inglés Walter Map, máxima autoridad eclesiástica durante el reinado de Enrique II Plantagenet, presentó al gato como la propia encarnación de Lucifer (se atribuía a los valdenses, y otros grupos considerados adoradores del demonio, una utilización de los pobrecitos gatos en sus ritos secretos).
El Papa Gregorio IX en el año 1233 por intermedio de una Bula denominada “Vox in Rama” aprueba y confirma todas estas ideas referente a estos felinos, y lógicamente se crea una intoxicación constante respecto a esta conexión "gato-demonio". La manipulación de la Iglesia tiene mucho que ver en estas leyendas las cuales se extienden rápidamente por toda Europa.
En el siglo XVII en Inglaterra aún se creía que colocando el cadáver de un gato muerto en las paredes o en el armazón de un edificio, era una eficaz protección contra la mala suerte. Aún hoy en día se han encontrado esqueletos de gatos en edificios como la Torre de Londres, la Catedral de Dublín, o el Castillo de Yorkshire, incluso hace unos pocos años, en los muros de la Ciudadela de Gibaltar se encontraron restos de un gato, ante la sorpresa de los trabajadores.
El Ingreso en la Sociedad de los Gatos
Como hemos apreciado los gatos han tenido una vida tortuosa, relacionados siempre con entes malignos, con el diablo, y con la mala suerte. Han sido siglos completos de esta relación donde han sido perseguidos, incluso quemados dentro de sacos para las noches de San Juan ante el regocijo de los espectadores.
De esa forma tan desastrosa su figura misteriosa, independiente, y sigilosa ha ido pasando los años hasta nuestros días.
Existe una fecha relevante, cuando estos felinos logran su puesto en la sociedad y son admitidos en las casas, en los palacios de los reyes e incluso como mascotas preferidas. Esta fecha es el año 1348 cuando una misteriosa enfermedad se abatió sobre Europa, nos referimos ala Peste negra.
Existe constancia de otras epidemias en épocas anteriores (durante el reinado de Justiniano, a mediados del siglo VI de nuestra Era), la de 1348 fue la única verdaderamente global, pues no respetó ninguna frontera y atacó por igual a humildes y poderosos. Dos o tres años fueron suficientes para diezmar Europa y dejarla en una situación crítica.
En aquellos tiempos las ciudades habían sufrido una transformación muy acusada desde la época de Imperio romano. De ser unos centros importantes y con una influencia económica y cultural nada desdeñable, pasan a un segundo plano en la Alta Edad Media.
A partir del siglo XI renacen de sus cenizas y se llenan nuevamente de vida. El crecimiento de las ciudades vino marcado por el desorden y la falta de planificación. Las construcciones de los barrios más pobres se realizaban con materiales endebles, lo que las convertía en pasto frecuente de las llamas.
Las calles carecían de los servicios más imprescindibles, y como puede apreciarse en muchos frescos de la época resultaba normal la convivencia de animales y personas.
Las personas murieron por miles y ante este panorama desolador la medicina de la época nada pudo hacer para contrarrestar el mal. La “sangría” era uno de los remedios más frecuente, ya que el "sangrador" al sacar casi medio litro de sangre del enfermo, la fiebre descendía y la calma envolvía al paciente, esto era considerado síntoma de mejoría, pero la realidad, era que el pobre enfermo bajaba todas sus defensas y sus posibilidades de sobrevivir eran mínimas.
Los gatos han suscitado pasiones tan contradictorias como el afecto sin límite a un odio irracional, fueron considerados encarnaciones divinas en el Antiguo Egipto; el Occidente Cristiano Medieval los consideró manifestaciones del diablo, o héroes bienhechores en incontables leyendas de todas las épocas y lugares.
Nadie duda que estos felinos poseen un aura de misterio a la que nadie ha podido permanecer indiferente y por esta razón vamos a analizar sus orígenes, y la relación tan especial que mantiene con nosotros, los humanos.
Orígenes
Según últimos estudios de naturistas, zoólogos, e historiadores, los gatos tendrían su origen en África, y más precisamente en el periodo de la protohistoria. Desde el III Milenio A.C. aparecen frescos y pinturas funerarias donde se le representan en estatuas de bronce que datan de la época de las primeras dinastías faraónicas.
Seguramente fueron los egipcios los primeros en domesticarlos.
El cruce entre dos subespecies felinas estrechamente emparentadas entre sí, pero diferentes por su talla y aspecto habrían dado paso al primer felino como nosotros lo reconocemos.
Este cruce habría sido entre un gato de Libia (Felis Libyca) y el Chaus (Felis Ocreata) muy parecido este último al lince.
El gato de Libia (africano) domesticado servia para guardar provisiones ante los roedores, y el Chaus, que era más salvaje, ayudaba en la caza para acorralar las presas que pululaban por las marismas del Nilo.
Este felino doméstico al tener una gran capacidad de mutación genética se ha desarrollado enormemente en varias vertientes y es así, como en Asia Occidental se aparearon con los gatos salvajes de las estepas, por lo que el gato egipcio es también un antepasado de las variedades de pelo largo (ángoras y persas).
Mientras los que conocemos como siameses resultarían del emparejamiento de los gatos de bengala (prionailurus) y los ocelotes de la China.
Los gatos se extendieron en el I milenio A.C. al Asia y China. En Occidente su introducción fue más tardía, quizás las legiones romanas ayudaron mucho en su expansión. Las diferentes razas existentes en la actualidad provienen de complejos cruces con los gatos salvajes locales y donde su genealogía se pierde en experimentaciones locales imposibles ya de controlar, por lo menos, para una historia certera.
Los Gatos y algunas Culturas Antiguas
Los egipcios fueron el pueblo que mejor capto esa mirada enigmática de los gatos. Llamaban a estos felinos MAU, lo cual significaba, OJO. También resultaba una inspiración para el Supremo Principio Divino, lo que es igual al OJO SOLAR.
En el antiguo Egipto se profesó verdadera veneración a estos felinos, sobre todo en Per-Bast (más conocida como Bubastis), ciudad situada junto a uno de los brazos del Nilo, cuyas ruinas se encuentran cerca de la actual Zagazig.
En esta ciudad se adoraba a la diosa-gata Bast, y de allí esta tradición se extendió por toda la tierra enigmática de los faraones, donde los gatos fueron considerados siempre sagrados, sino divinos.
La unidad administrativa local egipcia era el NOMO (provincia), con centro en una ciudad, dirigido por un monarca, y con dios independiente.
Estos dioses eran siempre asociados con los animales, por lo que se convertían en figuras sagradas.
Por ejemplo, Thot, dios de la ciencia, de la escritura y de la música, era asociado con el ibis, un ave que era sagrada para los egipcios. Horus, el dios del sol, era asociado con el halcón, y Hathor, la diosa del amor, se asociaba con la vaca.
Pero quizás el animal más venerado en muchos lugares de Egipto fue el gato, cuyo culto nació precisamente en Bubastis.
Bubastis fue fundado por el faraón Keops, aproximadamente en el año 2700 a.c. En el corazón de la ciudad se hallaba ubicado el templo a la diosa-gata.
Según Herodoto, "era un templo cuadrado, imponente".
Su interior estaba rodeado de paredes totalmente esculpidas con figuras de infinidad de animales.
Y en el centro del templo, una gran estatua de la diosa, posiblemente llevando algún símbolo de poder y, como sacerdotes, ¡más figuras de gatos!.
En los hogares egipcios los gatos eran tratados como un familiar más, llorada su muerte en forma de un ritual ya establecido con momificación incluida, y enterrado en una tierra sagrada dedicada a la diosa-gata Bast.
Son innumerables las muestras de gatos momificados existentes actualmente en el Museo Británico y en el Museo Metropolitano de Nueva York.
Cuando Bubastis fue desenterrada por los arqueólogos contemporáneos (generalmente ingleses y franceses), se encontraron infinidad de monumentos erigidos en honor a la diosa felina Bast. Asimismo, momias de gatos y cementerios donde se les colocaba en criptas especiales para evitar la descomposición de los cuerpos.
Pero no solo han sido los egipcios los que han considerado a los gatos como entidades sobrenaturales, existen una serie de culturas donde los gatos adquieren una importancia relevante.
Por ejemplo, los celtas creían que las hadas observaban el mundo terrestre a través de los ojos de los gatos, en el Talmud, se aconseja que la placenta de gata negra poseía el poder de hacer ver los demonios a las personas que se frotaban los ojos con ella. El Islam se muestra muy favorable hacia este animal, por el que el profeta sentía gran afecto.
Existe una leyenda recogida en Turquía donde se cuenta que Mahoma mostró una gran compasión por los gatos, incluso su preferencia fue tal que les dio entrada al Paraíso, y de aquí viene la explicación de que porque los gatos caen siempre sobre sus patas, ya que Mahoma acariciaba constantemente la espalda de su felino preferido.
Leyenda o no, la verdad es que los gatos tenían una relevancia enorme en aquella época, no tanto así las mujeres, las cuales Mahoma excluyó de su Paraíso, sin ningún tipo de explicación.
Los Gatos y su Significado (Siglos X y XIII)
En el Occidente Medieval se crea una idea que perdurara mucho tiempo respecto a los gatos. El origen de una "demonización de estos felinos" proviene de los años 961, y su instauración primera quizás provenga de las tierras de Flandes donde Balduino III y las clases dirigentes comienzan a identificar a los gatos con entes malignos.
El Sacro Imperio que había restaurado el imperio de Carlos Magno y que se prolongaba como un brazo de la Iglesia ya implantó la idea que los gatos eran compañeros malditos de brujas, concepto que permaneció hasta el Siglo de las Luces.
Curiosamente en los medios rurales se continuaba considerando a los gatos seres especiales, pero aún la idea de las clases dirigentes en cuanto a su conexión con el maléfico no recalaba totalmente.
En el año 1022 es cuando se planteó la cuestión de los canónigos heréticos de Orleáns, en la cual los gatos eran manifestaciones del espíritu del mal, identificándolos con otros animales "condenados" como, el sapo, o el macho cabrío.
El prelado inglés Walter Map, máxima autoridad eclesiástica durante el reinado de Enrique II Plantagenet, presentó al gato como la propia encarnación de Lucifer (se atribuía a los valdenses, y otros grupos considerados adoradores del demonio, una utilización de los pobrecitos gatos en sus ritos secretos).
El Papa Gregorio IX en el año 1233 por intermedio de una Bula denominada “Vox in Rama” aprueba y confirma todas estas ideas referente a estos felinos, y lógicamente se crea una intoxicación constante respecto a esta conexión "gato-demonio". La manipulación de la Iglesia tiene mucho que ver en estas leyendas las cuales se extienden rápidamente por toda Europa.
En el siglo XVII en Inglaterra aún se creía que colocando el cadáver de un gato muerto en las paredes o en el armazón de un edificio, era una eficaz protección contra la mala suerte. Aún hoy en día se han encontrado esqueletos de gatos en edificios como la Torre de Londres, la Catedral de Dublín, o el Castillo de Yorkshire, incluso hace unos pocos años, en los muros de la Ciudadela de Gibaltar se encontraron restos de un gato, ante la sorpresa de los trabajadores.
El Ingreso en la Sociedad de los Gatos
Como hemos apreciado los gatos han tenido una vida tortuosa, relacionados siempre con entes malignos, con el diablo, y con la mala suerte. Han sido siglos completos de esta relación donde han sido perseguidos, incluso quemados dentro de sacos para las noches de San Juan ante el regocijo de los espectadores.
De esa forma tan desastrosa su figura misteriosa, independiente, y sigilosa ha ido pasando los años hasta nuestros días.
Existe una fecha relevante, cuando estos felinos logran su puesto en la sociedad y son admitidos en las casas, en los palacios de los reyes e incluso como mascotas preferidas. Esta fecha es el año 1348 cuando una misteriosa enfermedad se abatió sobre Europa, nos referimos ala Peste negra.
Existe constancia de otras epidemias en épocas anteriores (durante el reinado de Justiniano, a mediados del siglo VI de nuestra Era), la de 1348 fue la única verdaderamente global, pues no respetó ninguna frontera y atacó por igual a humildes y poderosos. Dos o tres años fueron suficientes para diezmar Europa y dejarla en una situación crítica.
En aquellos tiempos las ciudades habían sufrido una transformación muy acusada desde la época de Imperio romano. De ser unos centros importantes y con una influencia económica y cultural nada desdeñable, pasan a un segundo plano en la Alta Edad Media.
A partir del siglo XI renacen de sus cenizas y se llenan nuevamente de vida. El crecimiento de las ciudades vino marcado por el desorden y la falta de planificación. Las construcciones de los barrios más pobres se realizaban con materiales endebles, lo que las convertía en pasto frecuente de las llamas.
Las calles carecían de los servicios más imprescindibles, y como puede apreciarse en muchos frescos de la época resultaba normal la convivencia de animales y personas.
Las personas murieron por miles y ante este panorama desolador la medicina de la época nada pudo hacer para contrarrestar el mal. La “sangría” era uno de los remedios más frecuente, ya que el "sangrador" al sacar casi medio litro de sangre del enfermo, la fiebre descendía y la calma envolvía al paciente, esto era considerado síntoma de mejoría, pero la realidad, era que el pobre enfermo bajaba todas sus defensas y sus posibilidades de sobrevivir eran mínimas.
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