uando escribo algún articulo tomo en cuenta a quien va dirigido, trato que resulte ameno y entendible, cosas que raramente logro, pero que sin embargo me impulsan a seguir intentando. Vocación por lo imposible.
El psicoanálisis se lleva mal con el saber de manual, con las definiciones teóricas generalizadoras y cerradas que nada dicen de aquel que las formula. El manualista, es decir el que hecha mano al manual, se autoriza en el saber del Otro, mientras que un psicoanalista se autoriza de sí mismo, desde el recorrido que ha hecho en su propio análisis, así como también desde su practica.
Si un psicoanalista escribe se ve afectado en su decir, se siente responsable de sus palabras, ya que el acto de escribir hace alusión a su deseo, y de este siempre se es responsable.
Y de responsabilidad se trata en un tratamiento psicoanalítico. Que un paciente se presente en una primer entrevista volcando la responsabilidad de su sufrimiento en los otros de su entorno, no significa que oculto tras su decir pueda escucharse la responsabilidad que a el le cabe en eso de lo que se queja.
Para que un sujeto se sienta responsable, y por lo tanto libre para elegir, hace falta realizar un recorrido a través de su vida, donde se conjugarían y distanciarían mutuamente presente, pasado y futuro.
Cuando alguien consulta por primera vez es porque algo ha tambaleado en su vida, aquello que daba sentido a su forma de comprender fue trastocado. Ha perdido sentido el seguir siendo así, siente que “ser” así ya no le funciona mas. Aquí surge la opción: “consulto – no consulto” a un profesional, elección que lo llevara a conservar su ceguera que le impide ver aquello que causa su deseo o emprender el camino REAL del tratamiento psicoanalítico.
El ciego de espíritu lo es por elección, elige “la paz” mortificante y conservadora de su monotonía, del “que vas a hacer”, del “que dirán”, o del “dale que va”. Pero esta elección , que es resignación, no es sin sufrimiento, se sufre, se padece, se invive entre prejuicios, mandamientos, culpas, es decir dolores “sin sentido”. A esto se le llama Neurosis, enfermedad donde se es culpable de todo pero responsable de nada. Es como cuando un novelista llamado Verbitsky dice: “la chifladura es como la borrachera, y la borrachera no es enteramente involuntaria”.
La vida es una elección, se elige conservar “la paz” neurótica o se decide emprender la aventura de un psicoanálisis.
El psicoanálisis se lleva mal con el saber de manual, con las definiciones teóricas generalizadoras y cerradas que nada dicen de aquel que las formula. El manualista, es decir el que hecha mano al manual, se autoriza en el saber del Otro, mientras que un psicoanalista se autoriza de sí mismo, desde el recorrido que ha hecho en su propio análisis, así como también desde su practica.
Si un psicoanalista escribe se ve afectado en su decir, se siente responsable de sus palabras, ya que el acto de escribir hace alusión a su deseo, y de este siempre se es responsable.
Y de responsabilidad se trata en un tratamiento psicoanalítico. Que un paciente se presente en una primer entrevista volcando la responsabilidad de su sufrimiento en los otros de su entorno, no significa que oculto tras su decir pueda escucharse la responsabilidad que a el le cabe en eso de lo que se queja.
Para que un sujeto se sienta responsable, y por lo tanto libre para elegir, hace falta realizar un recorrido a través de su vida, donde se conjugarían y distanciarían mutuamente presente, pasado y futuro.
Cuando alguien consulta por primera vez es porque algo ha tambaleado en su vida, aquello que daba sentido a su forma de comprender fue trastocado. Ha perdido sentido el seguir siendo así, siente que “ser” así ya no le funciona mas. Aquí surge la opción: “consulto – no consulto” a un profesional, elección que lo llevara a conservar su ceguera que le impide ver aquello que causa su deseo o emprender el camino REAL del tratamiento psicoanalítico.
El ciego de espíritu lo es por elección, elige “la paz” mortificante y conservadora de su monotonía, del “que vas a hacer”, del “que dirán”, o del “dale que va”. Pero esta elección , que es resignación, no es sin sufrimiento, se sufre, se padece, se invive entre prejuicios, mandamientos, culpas, es decir dolores “sin sentido”. A esto se le llama Neurosis, enfermedad donde se es culpable de todo pero responsable de nada. Es como cuando un novelista llamado Verbitsky dice: “la chifladura es como la borrachera, y la borrachera no es enteramente involuntaria”.
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