Cuando leí estas frases de Benedetti me llamo la atención eso de “arrabal del goce”. Muchos se reconocerán en esa sensación de hastío que se siente en esos momentos donde nada ya es confortable, donde nos sentimos invadidos por esas ganas de no tener mas ganas. Donde el cuerpo yace y goza de su depresión, de su “triste agonía”. Allí se sufre por no desear ya nada.
Es la presencia del ARRABAL DEL GOCE, goce que habita en los limites, separado, al margen, que no tiene quien lo escuche porque es sin palabras, pero que se hace sentir.
La depresión es un goce arrabalero. No es el goce domado por la cultura, es aquel que quedo relegado en los limites y “más allá”, goce mas allá del placer.
Aquí el deseo que fluye y busca la vida pende de un hilo, son las ganas de no tener mas ganas de vivir.
El psicoanálisis propone encausar ese goce, darle una causa por la que vivir y manifestarse. Un tratamiento psicoanalítico de la depresión debería apuntar a que ese goce arrabalero pueda acomodarse, condescender, al deseo. Encausar la Depresión es un camino a recorrer, recorrido con forma de pregunta. Pregunta que es cuestionarse, interrogarse, buscar la dignidad de sujeto que a cada uno nos corresponde, “buscando la llave que habrá tu querer”.
Personas de figuras tristes, solas, de corazones engañados, de impulso vital agotado para hallar en el alma un sentimiento que subvierta el malestar.
La Depresión es una invitación a dejarse estar, a autoconformarse con el destierro del sentir. La Depresión es un exilio del deseo. Aquel que decida subvertir ese estado, tendrá, en un tratamiento psicoanalítico, la posibilidad de volcar ese sufrir que se hizo carne en el propio cuerpo, hacia Otro que brindara una escucha e ira realizando intervenciones, con el fin de hacer pasar ese goce mortífero por el filtro de palabra. Despejando poco a poco las coordenadas de un nuevo sujeto a constituir, para ello es indispensable que el analista que lleva a cabo la cura no tome a su paciente como objeto, ya que para el psicoanálisis el que ocupa la posición de objeto es el analista. El único sujeto que cuenta en una sesión es el paciente, sujeto que podrá contemplar su vida, desconocerse en algunos pasajes como aquel que en un momento llega a interrogarse: ¿Qué estuve haciendo de mi vida todos estos años?. Cosas que hacíamos sin-sentido que comienzan a adquirirlo, notando una repetición reiterada de situaciones pro-vocadas por nosotros mismos, y que conducían siempre a lo peor, aun sin quererlo. Sentido de esa vida inhibida que se pierde, sin-sentido que toma la posta y reemplaza a ese yo agotado en su sufrir por un nuevo sujeto: -¡No puedo creer que yo era así, para que aguante, desperdicie, hoy tengo ganas de...!.
Descubrir ese nuevo sujeto que ha todos nos habita, liberando la presión que oprimía ese cuerpo, trabajo de transformar la opresión en liberación.
Es la presencia del ARRABAL DEL GOCE, goce que habita en los limites, separado, al margen, que no tiene quien lo escuche porque es sin palabras, pero que se hace sentir.
La depresión es un goce arrabalero. No es el goce domado por la cultura, es aquel que quedo relegado en los limites y “más allá”, goce mas allá del placer.
Aquí el deseo que fluye y busca la vida pende de un hilo, son las ganas de no tener mas ganas de vivir.
El psicoanálisis propone encausar ese goce, darle una causa por la que vivir y manifestarse. Un tratamiento psicoanalítico de la depresión debería apuntar a que ese goce arrabalero pueda acomodarse, condescender, al deseo. Encausar la Depresión es un camino a recorrer, recorrido con forma de pregunta. Pregunta que es cuestionarse, interrogarse, buscar la dignidad de sujeto que a cada uno nos corresponde, “buscando la llave que habrá tu querer”.
Personas de figuras tristes, solas, de corazones engañados, de impulso vital agotado para hallar en el alma un sentimiento que subvierta el malestar.
La Depresión es una invitación a dejarse estar, a autoconformarse con el destierro del sentir. La Depresión es un exilio del deseo. Aquel que decida subvertir ese estado, tendrá, en un tratamiento psicoanalítico, la posibilidad de volcar ese sufrir que se hizo carne en el propio cuerpo, hacia Otro que brindara una escucha e ira realizando intervenciones, con el fin de hacer pasar ese goce mortífero por el filtro de palabra. Despejando poco a poco las coordenadas de un nuevo sujeto a constituir, para ello es indispensable que el analista que lleva a cabo la cura no tome a su paciente como objeto, ya que para el psicoanálisis el que ocupa la posición de objeto es el analista. El único sujeto que cuenta en una sesión es el paciente, sujeto que podrá contemplar su vida, desconocerse en algunos pasajes como aquel que en un momento llega a interrogarse: ¿Qué estuve haciendo de mi vida todos estos años?. Cosas que hacíamos sin-sentido que comienzan a adquirirlo, notando una repetición reiterada de situaciones pro-vocadas por nosotros mismos, y que conducían siempre a lo peor, aun sin quererlo. Sentido de esa vida inhibida que se pierde, sin-sentido que toma la posta y reemplaza a ese yo agotado en su sufrir por un nuevo sujeto: -¡No puedo creer que yo era así, para que aguante, desperdicie, hoy tengo ganas de...!.
Descubrir ese nuevo sujeto que ha todos nos habita, liberando la presión que oprimía ese cuerpo, trabajo de transformar la opresión en liberación.
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