Agresión supuestamente paranormal contra personas o animales que causa tensión física o mental, lesiones, enfermedades e incluso la muerte.
Se dice que las agresiones psíquicas ocurren de dos maneras:
a) el envío por un agente humano como un hechicero, o de agentes no materiales como espíritus malignos, demonios o formas mentales.
b) la agresión humana ejecutada mediante la proyección extra corporal de un doble o forma astral.
En la hechicería, la maldición es el equivalente de una agresión psíquica.
Los hechiceros de algunas tribus son famosos por su supuesta facultad de matar a otra persona por medios mágicos, mediante una enfermedad que consume al individuo y que parece resistir todos los tratamientos médicos, y que deja a algunas víctimas virtualmente sin sangre en el momento de la muerte. Algunos ritos mágicos incluyen los "envíos", en los que la maldición es fatalmente enviada a la víctima por un animal que tiene forma parecida a la de una serpiente o un escorpión, o a la de cualquier otra criatura espantosa. En otros ritos es un sustituto de la víctima (como una muñeca o un mechón de cabello) lo que sirve como vínculo mágico que trasmite la agresión por simpatía.
La ocultista Dion Fortune escribió extensamente sobre los ataques psíquicos, y afirmaba que éstos ocurren con mucha más frecuencia de lo que se cree. En su clásico libro sobre el tema, Psyclric Self‑Defense (1930), la señora Fortune describe su propia experiencia en combatir los ataques psíquicos. El primero de ellos le ocurrió cuando tenía 20 años y estaba casi destruida psicológicamente por un empleador que ella creía era adepto al ocultismo. Fortune sufrió una crisis nerviosa y creía que su aura habla sido consumida en forma muy parecida a como se puede agotar una pila. El síntoma más común de una agresión psíquica es el "síndrome de la bruja", en el que la víctima, al despertarse, siente un peso aplastante sobre el pecho que va acompañado de parálisis. En algunas agresiones la víctima puede que vea formas, oiga ruidos y perciba olores fétidos. En unos pocos casos se presentan pesadillas.
El síndrome de la bruja ha sido documentado desde la antigüedad y actualmente se estima que lo padece un 15% de la población adulta del mundo, aunque no existe una explicación satisfactoria del mismo. Galeno, el médico romano del siglo II, lo atribuía a una indigestión. En la Edad Media se culpaba a los íncubos y los súcubos. El psicoanalista freudiano contemporáneo Ernesto Jones afirmaba que su causa era la represión sexual. Otra teoría reciente sugiere que los responsables son los desórdenes del sueño, mientras que diversas tradiciones folclóricas lo atribuyen a la hechicería y la brujería.
El síndrome de la bruja se parece también a algunos casos de supuesto vampirismo ocurridos en Europa oriental alrededor del siglo XV. Los ataques nocturnos contra seres vivientes eran atribuidos a los inquietos espíritus de ciertos muertos y cesaron cuando los cadáveres de los que se sospechaba fueron exhumados (según se informó, no se hablan corrompido) y se les clavaron estacas o fueron desmembrados o quemados.
Según la señora Fortune, otros síntomas de agresión psíquica son un sentimiento abrumador de miedo y horror que conduce al agotamiento nervioso, al colapso mental y al adelgazamiento; la presencia de hematomas en el cuerpo luego de un ataque astral nocturno; huellas extrañas en las áreas circundantes; incendios que comienzan inexplicablemente; fenómenos poltergeist y lluvias de lodo, como si ejércitos enteros de babosas se hubieran arrastrado por el piso. En su libro The Varieties of Religious Experience (1902), el filósofo William James menciona la descripción que hace un hombre del supuesto ataque de una bruja y que se caracterizaba por una presencia invisible que despertaba un sentimiento de horror, una sensación de opresión sobre el pecho y "un enorme y desgarrador dolor vital".
Se supone que, a fin de que sean más efectivas, las agresiones psíquicas se lanzan preferentemente durante la fase de cuarto menguante de la luna y especialmente durante la luna nueva. Se dice que la luna rige las fuerzas psíquicas, y las fases mencionadas gobiernan la llamada senda de la izquierda o senda maligna de la magia.
De acuerdo con Fortune, el vampirismo psíquico ‑una modalidad de la agresión psíquica‑ es poco frecuente. Define a un vampiro psíquico como a una persona con dientes agudos y caninos que viaja astralmente por las noches para morder a sus víctimas y chuparles la fuerza vital. En el ocultismo contemporáneo la palabra ha ampliado su significado y ha pasado a designar a cualquier persona cuya presencia resulte aburrida y parezca agotar las energías de los demás.
Las defensas de rigor contra las agresiones psíquicas son: (1) interrumpir todo contacto con las personas, lugares o sendas de estudio que resulten sospechosas; (2) evitar las cercanías de mares y ríos, porque el agua es el elemento de las fuerzas psíquicas; (3) mantener el estómago lleno, a fin de que estén desconectados los centros psíquicos que sirven como puertas de entrada; (4) recibir luz solar en abundancia; (5) evitar permanecer sólo; y (6) para los que tengan una preparación ocultista, emprender ciertos ritos protectores y de proscripción.
Se dice que las agresiones psíquicas ocurren de dos maneras:
a) el envío por un agente humano como un hechicero, o de agentes no materiales como espíritus malignos, demonios o formas mentales.
b) la agresión humana ejecutada mediante la proyección extra corporal de un doble o forma astral.
En la hechicería, la maldición es el equivalente de una agresión psíquica.
Los hechiceros de algunas tribus son famosos por su supuesta facultad de matar a otra persona por medios mágicos, mediante una enfermedad que consume al individuo y que parece resistir todos los tratamientos médicos, y que deja a algunas víctimas virtualmente sin sangre en el momento de la muerte. Algunos ritos mágicos incluyen los "envíos", en los que la maldición es fatalmente enviada a la víctima por un animal que tiene forma parecida a la de una serpiente o un escorpión, o a la de cualquier otra criatura espantosa. En otros ritos es un sustituto de la víctima (como una muñeca o un mechón de cabello) lo que sirve como vínculo mágico que trasmite la agresión por simpatía.
La ocultista Dion Fortune escribió extensamente sobre los ataques psíquicos, y afirmaba que éstos ocurren con mucha más frecuencia de lo que se cree. En su clásico libro sobre el tema, Psyclric Self‑Defense (1930), la señora Fortune describe su propia experiencia en combatir los ataques psíquicos. El primero de ellos le ocurrió cuando tenía 20 años y estaba casi destruida psicológicamente por un empleador que ella creía era adepto al ocultismo. Fortune sufrió una crisis nerviosa y creía que su aura habla sido consumida en forma muy parecida a como se puede agotar una pila. El síntoma más común de una agresión psíquica es el "síndrome de la bruja", en el que la víctima, al despertarse, siente un peso aplastante sobre el pecho que va acompañado de parálisis. En algunas agresiones la víctima puede que vea formas, oiga ruidos y perciba olores fétidos. En unos pocos casos se presentan pesadillas.
El síndrome de la bruja ha sido documentado desde la antigüedad y actualmente se estima que lo padece un 15% de la población adulta del mundo, aunque no existe una explicación satisfactoria del mismo. Galeno, el médico romano del siglo II, lo atribuía a una indigestión. En la Edad Media se culpaba a los íncubos y los súcubos. El psicoanalista freudiano contemporáneo Ernesto Jones afirmaba que su causa era la represión sexual. Otra teoría reciente sugiere que los responsables son los desórdenes del sueño, mientras que diversas tradiciones folclóricas lo atribuyen a la hechicería y la brujería.
El síndrome de la bruja se parece también a algunos casos de supuesto vampirismo ocurridos en Europa oriental alrededor del siglo XV. Los ataques nocturnos contra seres vivientes eran atribuidos a los inquietos espíritus de ciertos muertos y cesaron cuando los cadáveres de los que se sospechaba fueron exhumados (según se informó, no se hablan corrompido) y se les clavaron estacas o fueron desmembrados o quemados.
Según la señora Fortune, otros síntomas de agresión psíquica son un sentimiento abrumador de miedo y horror que conduce al agotamiento nervioso, al colapso mental y al adelgazamiento; la presencia de hematomas en el cuerpo luego de un ataque astral nocturno; huellas extrañas en las áreas circundantes; incendios que comienzan inexplicablemente; fenómenos poltergeist y lluvias de lodo, como si ejércitos enteros de babosas se hubieran arrastrado por el piso. En su libro The Varieties of Religious Experience (1902), el filósofo William James menciona la descripción que hace un hombre del supuesto ataque de una bruja y que se caracterizaba por una presencia invisible que despertaba un sentimiento de horror, una sensación de opresión sobre el pecho y "un enorme y desgarrador dolor vital".
Se supone que, a fin de que sean más efectivas, las agresiones psíquicas se lanzan preferentemente durante la fase de cuarto menguante de la luna y especialmente durante la luna nueva. Se dice que la luna rige las fuerzas psíquicas, y las fases mencionadas gobiernan la llamada senda de la izquierda o senda maligna de la magia.
De acuerdo con Fortune, el vampirismo psíquico ‑una modalidad de la agresión psíquica‑ es poco frecuente. Define a un vampiro psíquico como a una persona con dientes agudos y caninos que viaja astralmente por las noches para morder a sus víctimas y chuparles la fuerza vital. En el ocultismo contemporáneo la palabra ha ampliado su significado y ha pasado a designar a cualquier persona cuya presencia resulte aburrida y parezca agotar las energías de los demás.
Las defensas de rigor contra las agresiones psíquicas son: (1) interrumpir todo contacto con las personas, lugares o sendas de estudio que resulten sospechosas; (2) evitar las cercanías de mares y ríos, porque el agua es el elemento de las fuerzas psíquicas; (3) mantener el estómago lleno, a fin de que estén desconectados los centros psíquicos que sirven como puertas de entrada; (4) recibir luz solar en abundancia; (5) evitar permanecer sólo; y (6) para los que tengan una preparación ocultista, emprender ciertos ritos protectores y de proscripción.
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