La ecolocación (de eco- y el latín locatĭo, posición),1 a veces denominada biosonar o ecolocalización, es un término creado en 1938 por Donald Griffin, que fue el primero en demostrar concluyentemente la existencia de la ecolocación en los murciélagos.2
Algunos animales emiten sonidos en su entorno e interpretan los ecos que generan los objetos a su alrededor. La ecolocación la poseen varios mamíferos: murciélagos (aunque no todo el orden la usa), delfines y el cachalote. Hay dos clases de pájaros que utilizan este sistema para navegar en cuevas sin visibilidad, el guácharo (Steatornis caripensis) y los vencejos y salanganas, en especial la salangana papú, tribu Collocaliini. Recientemente se ha comprobado que los humanos también poseen esta capacidad.
Esto puede ser aprendido por personas ordinarias sin ninguna habilidad especial usando chasquidos o clicks de la lengua para visualizar objetos al escuchar el eco que producen los sonidos a su alrededor.
“Dos horas al día por un par de semanas son suficientes para distinguir si tienes un objeto enfrente de ti”, dice Juan Antonio Martínez, en un comunicado de prensa. “Un par de semanas más y puedes notar la diferencia entre el pavimento y los árboles”.
La clave es realizar los clicks o chasquidos con la lengua y el paladar y luego aprender a reconocer las leves variaciones con las que los clicks suenan dependiendo de los objetos cercanos. Esto puede ser muy útil para los ciegos o para las personas que trabajan en la oscuridad y hasta como una forma de meditación sensorial que estimule la visión interior. El sonido puede ser el tercer ojo.
Evidentemente la capacidad sonoro-visual de los delfines es difícil de alcanzar ya que estos producen 200 clicks por segundo con la nariz y el ser humano sólo es capaz de realizar tres por segundo. Además de que los delfines están equipados con múltiples receptores de sonares y son capaces de distinguir una gran variedad de sonidos de alta y baja frecuencia. Los delfines pueden saber el tamaño, la forma, la textura y hasta la densidad de un objeto con sus biosonares, una especie de híbrido entre bola de cristal y rayo biológico.
Existen varios casos famosos de seres humanos ciegos que utilizan su versión del sonar con gran precisión, como es el caso de Ben Underwood, quien puede patinar o jugar videojuegos con tan sólo producir chasquidos. Pero, aunque no hay nada que impida a las personas que pueden ver desarrollar esta capacidad, uno de los grandes obstaculos es el predominio de lo visual en el ser humano, pero precisamente por eso, para enriquecer la gama de nuestras experiencias, sería interesante desarrollar la ecolocación humana. Y navegar sónicamente creando puentes de sinestesia con nuestros hermanos que prefieren nadar que caminar.
imaginense poder salir de una cueva(tan oscura que no ves nada) solo usando un leve sonido con la lengua
Algunos animales emiten sonidos en su entorno e interpretan los ecos que generan los objetos a su alrededor. La ecolocación la poseen varios mamíferos: murciélagos (aunque no todo el orden la usa), delfines y el cachalote. Hay dos clases de pájaros que utilizan este sistema para navegar en cuevas sin visibilidad, el guácharo (Steatornis caripensis) y los vencejos y salanganas, en especial la salangana papú, tribu Collocaliini. Recientemente se ha comprobado que los humanos también poseen esta capacidad.
Esto puede ser aprendido por personas ordinarias sin ninguna habilidad especial usando chasquidos o clicks de la lengua para visualizar objetos al escuchar el eco que producen los sonidos a su alrededor.
“Dos horas al día por un par de semanas son suficientes para distinguir si tienes un objeto enfrente de ti”, dice Juan Antonio Martínez, en un comunicado de prensa. “Un par de semanas más y puedes notar la diferencia entre el pavimento y los árboles”.
La clave es realizar los clicks o chasquidos con la lengua y el paladar y luego aprender a reconocer las leves variaciones con las que los clicks suenan dependiendo de los objetos cercanos. Esto puede ser muy útil para los ciegos o para las personas que trabajan en la oscuridad y hasta como una forma de meditación sensorial que estimule la visión interior. El sonido puede ser el tercer ojo.
Evidentemente la capacidad sonoro-visual de los delfines es difícil de alcanzar ya que estos producen 200 clicks por segundo con la nariz y el ser humano sólo es capaz de realizar tres por segundo. Además de que los delfines están equipados con múltiples receptores de sonares y son capaces de distinguir una gran variedad de sonidos de alta y baja frecuencia. Los delfines pueden saber el tamaño, la forma, la textura y hasta la densidad de un objeto con sus biosonares, una especie de híbrido entre bola de cristal y rayo biológico.
Existen varios casos famosos de seres humanos ciegos que utilizan su versión del sonar con gran precisión, como es el caso de Ben Underwood, quien puede patinar o jugar videojuegos con tan sólo producir chasquidos. Pero, aunque no hay nada que impida a las personas que pueden ver desarrollar esta capacidad, uno de los grandes obstaculos es el predominio de lo visual en el ser humano, pero precisamente por eso, para enriquecer la gama de nuestras experiencias, sería interesante desarrollar la ecolocación humana. Y navegar sónicamente creando puentes de sinestesia con nuestros hermanos que prefieren nadar que caminar.
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