Los adultos tienen algo infantil
Lo infantil arrastrado desde la infancia
Deudas.
Lo que se espero de uno, esos deseos que pusieron esos padres, lo que ellos querían
Atrás el tiempo, ese corazoncito de niño, herido, zigzagueándole a la vida, escapándole a lo que se le ordena, un cuerpo niño.
Hoy la play station, ayer los botines y la camiseta.
Ida y vuelta entre el niño de hoy y aquel que se fue
Y la alegría acudía por momentos en aquel niño, o el de hoy:
“Los días eran jóvenes, tan a mano parecía la alegría” (1).
Un niño ocupa un lugar en el decir de sus padres. La individualidad depende de ese lugar.
El adulto con sus años robados. En un análisis (un análisis es el transcurrir de un tratamiento sicoanalítico) un adulto habla de ese ser niño que siendo fue y se le vuelve con desesperación.
Un niño investiga, absorbe ideas, palabras decires.
Por momentos un adulto repite con sus hijos historias de su infancia. Tal vez para cambiarlas. Asi transmite palabras y decires.
Los adultos tienen algo de infantil.
En un análisis un niño dibuja. Y transcribe en una hoja situaciones: su lugar en el mundo, la forma en la que él pelea por seguir vivo, de cómo sus padres repiten sus historia. De cómo un niño se las re-busca para salir adelante.
En un análisis un niño juega. Instante donde juega lo mejor de su ser niño. Allí se enfrenta a situaciones que lo ponen mal, inventa, intenta superar lo que lo aflige. Hay murallas que le son imposibles de superar, allí la tarea es facilitarle alguna tarima que como escalerita le permita dar un pasito mas.
Un niño es traído a un psicoanalista por sus padres, y no es raro que alguno de ellos termine pidiendo un análisis para su niño, que no coincide con el parido.
En todo tratamiento de niños se juega lo infantil de los padres. Sus deseos, sus frustraciones:
“Sufrimos un inmenso abismo de caricias desaparecidas” (2).
En un tratamiento con niños, también con padres que fueron niños, se trata de buscar a un psicoanalista en el que se confíe, nada menos que a ese niño al que amamos.
Un niño que es nuestro hijo. El tener un hijo. El ser un hijo.
El tener y el ser. Separar lo uno de lo otro, tarea de un psicoanálisis. Para de-volver a ese niño a la estructura familiar. Estructura familiar que cambiara si desea que ese niño ocupe un lugar diferente.
Un niño ama. Su amor es verdadero. No lo olvidemos.
Y no pasa por la edad sino por respetar sus tiempos.
Entre un niño y un adulto hay diferencias neuronales. En el adulto hay mas conexiones, mas cables galvanizados por donde conducir la descarga, lo que significa que en un análisis el niño tiene pocas palabras para poner de manifiesto su sufrir. Lo cual no impide que el niño se manifieste, que el niño se despierte y diga mas allá de su decir.
En sus juegos el niño dice, aun sin poseer un vocabulario rico como el adulto, algo entre líneas.
El adulto con su vocabulario rico no puede decir, sino entrelíneas la causa de su malestar.
Los niños hablan en voz alta, solo “hace un buen entendedor”.
Cuando los padres dejan de “ser” ese buen entendedor allí interviene el psicoanalista.
La tarea de un psicoanalista:
Dejar ese lugar de buen entendedor a esos padres.
Tarea del psicoanalista, rescatar:
“Dibujando horizontes y brotecitos, con las manos abiertas y la vieja usanza de confiar”.
“Como un poncho rojo y las manos en v”.
Mucho mas de los que pocos se atreverían a decir.
Dibujando horizontes y brotecitos, con las manos abiertas y la vieja usanza de confiar.
Las manos abiertas como una v, brazos abiertos en v, los que abrazan, los que quieren. ¿Por qué será que hay tan pocos brazos abiertos en los dibujos de nuestros niños?
Lo infantil arrastrado desde la infancia
Deudas.
Lo que se espero de uno, esos deseos que pusieron esos padres, lo que ellos querían
Atrás el tiempo, ese corazoncito de niño, herido, zigzagueándole a la vida, escapándole a lo que se le ordena, un cuerpo niño.
Hoy la play station, ayer los botines y la camiseta.
Ida y vuelta entre el niño de hoy y aquel que se fue
Y la alegría acudía por momentos en aquel niño, o el de hoy:
“Los días eran jóvenes, tan a mano parecía la alegría” (1).
Un niño ocupa un lugar en el decir de sus padres. La individualidad depende de ese lugar.
El adulto con sus años robados. En un análisis (un análisis es el transcurrir de un tratamiento sicoanalítico) un adulto habla de ese ser niño que siendo fue y se le vuelve con desesperación.
Un niño investiga, absorbe ideas, palabras decires.
Por momentos un adulto repite con sus hijos historias de su infancia. Tal vez para cambiarlas. Asi transmite palabras y decires.
Los adultos tienen algo de infantil.
En un análisis un niño dibuja. Y transcribe en una hoja situaciones: su lugar en el mundo, la forma en la que él pelea por seguir vivo, de cómo sus padres repiten sus historia. De cómo un niño se las re-busca para salir adelante.
En un análisis un niño juega. Instante donde juega lo mejor de su ser niño. Allí se enfrenta a situaciones que lo ponen mal, inventa, intenta superar lo que lo aflige. Hay murallas que le son imposibles de superar, allí la tarea es facilitarle alguna tarima que como escalerita le permita dar un pasito mas.
Un niño es traído a un psicoanalista por sus padres, y no es raro que alguno de ellos termine pidiendo un análisis para su niño, que no coincide con el parido.
En todo tratamiento de niños se juega lo infantil de los padres. Sus deseos, sus frustraciones:
“Sufrimos un inmenso abismo de caricias desaparecidas” (2).
En un tratamiento con niños, también con padres que fueron niños, se trata de buscar a un psicoanalista en el que se confíe, nada menos que a ese niño al que amamos.
Un niño que es nuestro hijo. El tener un hijo. El ser un hijo.
El tener y el ser. Separar lo uno de lo otro, tarea de un psicoanálisis. Para de-volver a ese niño a la estructura familiar. Estructura familiar que cambiara si desea que ese niño ocupe un lugar diferente.
Un niño ama. Su amor es verdadero. No lo olvidemos.
Y no pasa por la edad sino por respetar sus tiempos.
Entre un niño y un adulto hay diferencias neuronales. En el adulto hay mas conexiones, mas cables galvanizados por donde conducir la descarga, lo que significa que en un análisis el niño tiene pocas palabras para poner de manifiesto su sufrir. Lo cual no impide que el niño se manifieste, que el niño se despierte y diga mas allá de su decir.
En sus juegos el niño dice, aun sin poseer un vocabulario rico como el adulto, algo entre líneas.
El adulto con su vocabulario rico no puede decir, sino entrelíneas la causa de su malestar.
Los niños hablan en voz alta, solo “hace un buen entendedor”.
Cuando los padres dejan de “ser” ese buen entendedor allí interviene el psicoanalista.
La tarea de un psicoanalista:
Dejar ese lugar de buen entendedor a esos padres.
Tarea del psicoanalista, rescatar:
“Dibujando horizontes y brotecitos, con las manos abiertas y la vieja usanza de confiar”.
“Como un poncho rojo y las manos en v”.
Mucho mas de los que pocos se atreverían a decir.
Dibujando horizontes y brotecitos, con las manos abiertas y la vieja usanza de confiar.
Las manos abiertas como una v, brazos abiertos en v, los que abrazan, los que quieren. ¿Por qué será que hay tan pocos brazos abiertos en los dibujos de nuestros niños?
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