Cuando nos miramos en un espejo encontramos que este nos devuelve una imagen, en cierta forma nos reconocemos en ella, pero no es todo, existe “mas allá” de ella algo mas o algo menos.
Nos construimos una imagen para que el Otro nos reconozca, como persona, no solamente es una imagen corporal, también construimos nuestro si mismo, nuestro ser, a eso que algunos filósofos llaman el yo. Así decimos: -“Así soy yo”, y tratamos de obrar en consecuencia a esa imagen que creemos ser. Pero llega el momento que algo pasa, algo que nos anuncia o pone en evidencia, que esa imagen era solo apariencia, imagen que estaba puesta allí para ocultar-nos, ocultaba “eso” que se hallaba detrás.
La vida de las personas se halla enmarcada, como si fuera un cuadro, una pintura, una imagen, entre apariencias, nuestro “yo” es una de las tantas. El YO es lo que creemos ser ante la mirada del Otro. El YO es una excusa para no meternos con “eso” que se encuentra detrás y causa nuestro deseo.
Cuando alguien acude a un psicoanalista es porque esa imagen, esa apariencia que se había construido para tapar sus deseos, falla, tambalea, vacila. –“me esforzaba por ser esa mujer abnegada, madre ejemplar, la que anda detrás de todos... después que paso aquello....hoy me doy cuenta lo equivocada que estaba...”. En el momento en que esa imagen falla, vacila, aparece la angustia y el sujeto se halla confrontado a lo REAL de la vida; cambia su posición como sujeto, es el “darse cuenta” que aquello que creíamos ser era una ficción- imagen- imaginación. Darse cuenta que lo Real pasa por otro lado.
Algunos terapeutas creen que reforzando el Yo ayudan a sus pacientes, muy por el contrario a lo que ayudan es a seguir viviendo en un mundo de apariencias, se creen el espejo que le devolvería a esa persona una nueva imagen mejor que la otra. Son aquellos a los les gusta tener pacientes a su imagen y semejanza, que se jactan de poder sostener, desde su posición idealizada, a sus pacientes, convirtiéndolos en seres dependientes. Infatuación de ponerse en el lugar del AMO, del otro absoluto, Ideal, imprescindible, omnisciente. En psicoanálisis mas que de sostener se trata de poder “caer”, trastabillar, darse cuenta. Como cuando alguien dice: -“¡ Ahora caigo!, o -“ en ese momento caí en la cuenta que...”. Para poder caer hay que atravesar una barrera, que es la de la angustia, la labor de un psicoanalista es la de dosificarla éticamente. La angustia sobreviene ante cada nuevo descubrimiento que hace tambalear a aquellas medio- certezas que daban consistencia a nuestro mundo. Recordemos a Copernico, Galileo y Freud entre otros y el simbronazo que dieron a su época.
Un “pensador” contemporáneo llamado S. I. Marcos podría expresar lo dicho de este modo: “ Los espejos son para ver de este lado y los cristales son para ver lo que hay del otro lado. Los espejos son para tallarlos. Los cristales son para romperlos... y cruzar al otro lado... Busca entre tanto espejo un cristal para romper... ¡Que nos guíe el deseo!”.
Poder pasar del otro lado, atravesar lo obvio, lo aparente, lo conservador, lo ya sabido, descubrir, caer en la cuenta de que aquello que nos da vida, que hace que vivir la vida resulte posible se llama deseo.
Y “que nos guíe el deseo”, y no las apariencias.
Nos construimos una imagen para que el Otro nos reconozca, como persona, no solamente es una imagen corporal, también construimos nuestro si mismo, nuestro ser, a eso que algunos filósofos llaman el yo. Así decimos: -“Así soy yo”, y tratamos de obrar en consecuencia a esa imagen que creemos ser. Pero llega el momento que algo pasa, algo que nos anuncia o pone en evidencia, que esa imagen era solo apariencia, imagen que estaba puesta allí para ocultar-nos, ocultaba “eso” que se hallaba detrás.
La vida de las personas se halla enmarcada, como si fuera un cuadro, una pintura, una imagen, entre apariencias, nuestro “yo” es una de las tantas. El YO es lo que creemos ser ante la mirada del Otro. El YO es una excusa para no meternos con “eso” que se encuentra detrás y causa nuestro deseo.
Cuando alguien acude a un psicoanalista es porque esa imagen, esa apariencia que se había construido para tapar sus deseos, falla, tambalea, vacila. –“me esforzaba por ser esa mujer abnegada, madre ejemplar, la que anda detrás de todos... después que paso aquello....hoy me doy cuenta lo equivocada que estaba...”. En el momento en que esa imagen falla, vacila, aparece la angustia y el sujeto se halla confrontado a lo REAL de la vida; cambia su posición como sujeto, es el “darse cuenta” que aquello que creíamos ser era una ficción- imagen- imaginación. Darse cuenta que lo Real pasa por otro lado.
Algunos terapeutas creen que reforzando el Yo ayudan a sus pacientes, muy por el contrario a lo que ayudan es a seguir viviendo en un mundo de apariencias, se creen el espejo que le devolvería a esa persona una nueva imagen mejor que la otra. Son aquellos a los les gusta tener pacientes a su imagen y semejanza, que se jactan de poder sostener, desde su posición idealizada, a sus pacientes, convirtiéndolos en seres dependientes. Infatuación de ponerse en el lugar del AMO, del otro absoluto, Ideal, imprescindible, omnisciente. En psicoanálisis mas que de sostener se trata de poder “caer”, trastabillar, darse cuenta. Como cuando alguien dice: -“¡ Ahora caigo!, o -“ en ese momento caí en la cuenta que...”. Para poder caer hay que atravesar una barrera, que es la de la angustia, la labor de un psicoanalista es la de dosificarla éticamente. La angustia sobreviene ante cada nuevo descubrimiento que hace tambalear a aquellas medio- certezas que daban consistencia a nuestro mundo. Recordemos a Copernico, Galileo y Freud entre otros y el simbronazo que dieron a su época.
Un “pensador” contemporáneo llamado S. I. Marcos podría expresar lo dicho de este modo: “ Los espejos son para ver de este lado y los cristales son para ver lo que hay del otro lado. Los espejos son para tallarlos. Los cristales son para romperlos... y cruzar al otro lado... Busca entre tanto espejo un cristal para romper... ¡Que nos guíe el deseo!”.
Poder pasar del otro lado, atravesar lo obvio, lo aparente, lo conservador, lo ya sabido, descubrir, caer en la cuenta de que aquello que nos da vida, que hace que vivir la vida resulte posible se llama deseo.
Y “que nos guíe el deseo”, y no las apariencias.
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