Resuen(ñ)a esa niña en sus re-clamos. Eso es algo que como nudo es nido que se atraviesa en la garganta. Cuando algo, como espina, se atraviesa en la garganta es angustia, un médico clínico recomendaría una radiografía de esófago para “ver” la imagen de la espina atravesada, y si no ve, y si la impotencia de su saber hace mella enviará ese paciente a un psicoanalista . La cosa no es tan sencilla.
Un psicoanalista escucha, de allí la diferencia con el médico. Para el médico clínico: clínica de la mirada. Para el analista: clínica de la escucha. Complemento o suplemento he allí el dilema.
Dilema que se re-suele en la diferencia. Asumir lo diferente, he allí el dilema.
Más hoy lo que con-boca es un di-lema: Seguramente ese padre, y dado el reclamo, ya no es poeta de sus deseos, como diría un poeta: “si estas más solo que la luna”.
Y la vida como juego es apuesta (sabemos de lo aburrido de los juegos donde no se juega algo).
Y ese juego que se juega como padre tiene que ver con la causa del deseo. ¿Fingir?.
Fingir ser torero que esquiva estocadas. Si lo único que ella pretende ( y de tí partirá el límite) es un toque en sus mejillas o abrazo. De allí las neurosis- reclamos venideros.
Y hay límites que deberás establecer entre amores. Hay amores y amores y amores. Los hay del padre por el hijo, del hombre por su pareja, del hombre por su madre o padre, y muchos otros. Tantos amores que se con-funden. Hoy hablamos del hombre. Aquel que se permite amar. Por cierto todos aman.
No se tratará de pedir perdón indefinidamente. Sino de asumir una posición de sujeto sujetado al malestar que lo habita. Hacer algo con “ello”.
Hacer no es padecer.
Un psicoanalista escucha, de allí la diferencia con el médico. Para el médico clínico: clínica de la mirada. Para el analista: clínica de la escucha. Complemento o suplemento he allí el dilema.
Dilema que se re-suele en la diferencia. Asumir lo diferente, he allí el dilema.
Más hoy lo que con-boca es un di-lema: Seguramente ese padre, y dado el reclamo, ya no es poeta de sus deseos, como diría un poeta: “si estas más solo que la luna”.
Y la vida como juego es apuesta (sabemos de lo aburrido de los juegos donde no se juega algo).
Y ese juego que se juega como padre tiene que ver con la causa del deseo. ¿Fingir?.
Fingir ser torero que esquiva estocadas. Si lo único que ella pretende ( y de tí partirá el límite) es un toque en sus mejillas o abrazo. De allí las neurosis- reclamos venideros.
Y hay límites que deberás establecer entre amores. Hay amores y amores y amores. Los hay del padre por el hijo, del hombre por su pareja, del hombre por su madre o padre, y muchos otros. Tantos amores que se con-funden. Hoy hablamos del hombre. Aquel que se permite amar. Por cierto todos aman.
No se tratará de pedir perdón indefinidamente. Sino de asumir una posición de sujeto sujetado al malestar que lo habita. Hacer algo con “ello”.
Hacer no es padecer.
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