Perdidas que nos quitan el sueño. Perdidas que se sienten en lo profundo y que anuncian, tal vez, sin todavía producirse algo que vendrá. Desvelo que es perdida del sueño.
Desvelo es cuando el velo que encubría lo REAL se corre. Instantes de angustia donde aquel que hace falta no esta, o no esta estando.
Y los recuerdos que atropellan un presente que es solo sueño. Y el olvido que esa noche cae, dejándole un espacio al amor.
Recuerdos que como jirones, como retazos construyen la trama-drama de una vida.
Vida que hoy es drama. Tragedia que lo despabila, que lo desestabiliza sacándolo de la resignación de la cama fría. Momento en el que vacila nuestra esperanza, que nos desvela y que interroga lo amado.
Y lo amado es un Otro, que no es cualquiera. Otro con el que el sujeto se relaciono, en una relación que cuenta de placeres y displaceres, que nos habla del amor que hoy no esta, y de deseos que no hallan en el presente espacio.
Deseo el del sujeto por el otro. Otro que también tiene su deseo, y que no siempre nos incluye.
Obrar para que el deseo del Otro se interese por uno es el secreto de las parejas, aunque no siempre esto es posible. Para relacionarse hay que saber despertar el deseo del Otro. Interrogarse por él es despertar al amor, a “eso” que hace falta.
Algunas personas se angustian ante la posibilidad de interrogar a eso que hoy les hace falta, y huyen de toda relación donde se juegue el compromiso con lo deseado; refugiándose en si mismos, “creyendo” encontrar “la PAZ” en la tranquilidad del goce fácil.
Mas en esa huida pierden, aun sin saberlo, su única posibilidad de acceder al deseo. Son lo que “eligen” vidas imaginarias, conformistas, descomprometidas y tristes. Y lo fácil allí es la inhibición, que es la cárcel privada del neurótico. Los que así eligen, a pesar de sus intentos, caerán en la cuenta, mas temprano que tarde, que ese era solo un camino imaginario. Porque inevitablemente se toparan con algún Otro que los llevara a interrogarse sobre su papel en la vida. Y se angustiara y pensara en huir y volver a replegarse en lo privadamente suYO, en una repetición cobardemente obsesiva. Pero escapar es imposible, porque, en esos momentos que estremecen, recordara que alguna vez amo y que conserva las marcas que nunca se le borran de aquello.
Pero también están los otros, que son sujetos que se animan a interrogar a un Otro acerca de su deseo. Son los que despiertan del sueño neurótico, pero no para seguir durmiendo en la vida. Y sienten el deseo de hablar, como bien lo decía Nietzsche:
“Es de noche... En mi hay algo insaciado, insaciable que quiere hablar”.
Desvelo es cuando el velo que encubría lo REAL se corre. Instantes de angustia donde aquel que hace falta no esta, o no esta estando.
Y los recuerdos que atropellan un presente que es solo sueño. Y el olvido que esa noche cae, dejándole un espacio al amor.
Recuerdos que como jirones, como retazos construyen la trama-drama de una vida.
Vida que hoy es drama. Tragedia que lo despabila, que lo desestabiliza sacándolo de la resignación de la cama fría. Momento en el que vacila nuestra esperanza, que nos desvela y que interroga lo amado.
Y lo amado es un Otro, que no es cualquiera. Otro con el que el sujeto se relaciono, en una relación que cuenta de placeres y displaceres, que nos habla del amor que hoy no esta, y de deseos que no hallan en el presente espacio.
Deseo el del sujeto por el otro. Otro que también tiene su deseo, y que no siempre nos incluye.
Obrar para que el deseo del Otro se interese por uno es el secreto de las parejas, aunque no siempre esto es posible. Para relacionarse hay que saber despertar el deseo del Otro. Interrogarse por él es despertar al amor, a “eso” que hace falta.
Algunas personas se angustian ante la posibilidad de interrogar a eso que hoy les hace falta, y huyen de toda relación donde se juegue el compromiso con lo deseado; refugiándose en si mismos, “creyendo” encontrar “la PAZ” en la tranquilidad del goce fácil.
Mas en esa huida pierden, aun sin saberlo, su única posibilidad de acceder al deseo. Son lo que “eligen” vidas imaginarias, conformistas, descomprometidas y tristes. Y lo fácil allí es la inhibición, que es la cárcel privada del neurótico. Los que así eligen, a pesar de sus intentos, caerán en la cuenta, mas temprano que tarde, que ese era solo un camino imaginario. Porque inevitablemente se toparan con algún Otro que los llevara a interrogarse sobre su papel en la vida. Y se angustiara y pensara en huir y volver a replegarse en lo privadamente suYO, en una repetición cobardemente obsesiva. Pero escapar es imposible, porque, en esos momentos que estremecen, recordara que alguna vez amo y que conserva las marcas que nunca se le borran de aquello.
Pero también están los otros, que son sujetos que se animan a interrogar a un Otro acerca de su deseo. Son los que despiertan del sueño neurótico, pero no para seguir durmiendo en la vida. Y sienten el deseo de hablar, como bien lo decía Nietzsche:
“Es de noche... En mi hay algo insaciado, insaciable que quiere hablar”.
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