La angustia se produce en ese momento donde nos sentimos indefensos, desprotegidos frente a “eso” ante lo cual no hay respuestas, donde nuestro ser deja de ser y no es. Sensación profunda, Real, imposible de soportar frente a la inminencia de algo, que suele ser nada. Angustia de ser nada, un desecho, una sobra, un no se sabe que.
Momento en el que vacila nuestra posición, esa estabilidad sujetada con alfiles al mundo. En el instante de la angustia cae la protección que nos brindaba nuestro modo de ser, eso que creíamos ser, aquello que creíamos representar para ese Otro.
Turbación Real, donde nos vemos confrontados a la nada mas viceral.
¿Qué soy?, ¿Qué es lo que ese Otro quiere de mi?, O la extrañeza en la pregunta: ¿Qué me quiere?.
Instante que no es rutina, no hay pausas para saber que hacer o como ser. ¿Qué quieren los otros de mi?, ¿Cómo tengo que ser para que me quieran?. Sujeto detenido, atrapado en ese vaivén de no saber como ser, ni que desea, ni que desea ese Otro de él.
Cuando se presenta la angustia todas las certezas que teníamos caen como estatuas y se abre un abismo impiadoso, que como enorme boca abierta desea no se sabe que, luego podría ser devorarnos.
Devorados por la angustia de nuestra propia nulidad. Cuerpo yaciente, sufriente, detenido, carne congelada, resto inerte que petrificado frente a “eso” ya no es. Ese “eso” puede ser entre otras cosas una mirada, como esa reflexión de S. I. Marcos donde relata el encuentro del León con el animalito que le servirá de desayuno: “El León no mata con las garras... El León mata mirando. El pobre animalito que va a morir se queda viendo nomás, mira al León que lo mira... Ya no se ve el mismo, mira al León que lo mira, mira la mirada del León. Y mirando que lo miran el animalito se rinde así nomás... Y el león se lo zampa sin pena...”.
Sujetos que como el animalito del relato quedan paralizados ante “eso” que los vuelve nada, que los reduce a “eso”, objeto de la mirada. Detenidos frente a la mirada esa. Mirada cautivadora, cercana y a la vez tan extraña. Mirada que nos reduce a eso: “un poquito de carne y otro de hueso”.
Animalito. León. Tácticas.
Sujetos que se ocultan del vivir por temor. Táctica simple de prevenir, previniendo cada día un poco mas, hasta que su mundo se reduce a su habitación.
Sujetos que recorren siempre el mismo camino conocido, y que postergan el recorrido de nuevos horizontes. Táctica repetitiva de la postergación.
Sujetos Extraviados en un bosque repleto de Leones. Que por ahuyentarlos mas los atraen. Táctica que jamás satisface a nadie.
Frente a la angustia el psicoanálisis propone una estrategia:
Transferir ese sentir o sol congelado en un aquí y ahora. Causando tu deseo de derribar estatuas.
La política del psicoanálisis es la de no retroceder ante la angustia. Transponiendo esa frontera. Hay un mas allá de la angustia.
Momento en el que vacila nuestra posición, esa estabilidad sujetada con alfiles al mundo. En el instante de la angustia cae la protección que nos brindaba nuestro modo de ser, eso que creíamos ser, aquello que creíamos representar para ese Otro.
Turbación Real, donde nos vemos confrontados a la nada mas viceral.
¿Qué soy?, ¿Qué es lo que ese Otro quiere de mi?, O la extrañeza en la pregunta: ¿Qué me quiere?.
Instante que no es rutina, no hay pausas para saber que hacer o como ser. ¿Qué quieren los otros de mi?, ¿Cómo tengo que ser para que me quieran?. Sujeto detenido, atrapado en ese vaivén de no saber como ser, ni que desea, ni que desea ese Otro de él.
Cuando se presenta la angustia todas las certezas que teníamos caen como estatuas y se abre un abismo impiadoso, que como enorme boca abierta desea no se sabe que, luego podría ser devorarnos.
Devorados por la angustia de nuestra propia nulidad. Cuerpo yaciente, sufriente, detenido, carne congelada, resto inerte que petrificado frente a “eso” ya no es. Ese “eso” puede ser entre otras cosas una mirada, como esa reflexión de S. I. Marcos donde relata el encuentro del León con el animalito que le servirá de desayuno: “El León no mata con las garras... El León mata mirando. El pobre animalito que va a morir se queda viendo nomás, mira al León que lo mira... Ya no se ve el mismo, mira al León que lo mira, mira la mirada del León. Y mirando que lo miran el animalito se rinde así nomás... Y el león se lo zampa sin pena...”.
Sujetos que como el animalito del relato quedan paralizados ante “eso” que los vuelve nada, que los reduce a “eso”, objeto de la mirada. Detenidos frente a la mirada esa. Mirada cautivadora, cercana y a la vez tan extraña. Mirada que nos reduce a eso: “un poquito de carne y otro de hueso”.
Animalito. León. Tácticas.
Sujetos que se ocultan del vivir por temor. Táctica simple de prevenir, previniendo cada día un poco mas, hasta que su mundo se reduce a su habitación.
Sujetos que recorren siempre el mismo camino conocido, y que postergan el recorrido de nuevos horizontes. Táctica repetitiva de la postergación.
Sujetos Extraviados en un bosque repleto de Leones. Que por ahuyentarlos mas los atraen. Táctica que jamás satisface a nadie.
Frente a la angustia el psicoanálisis propone una estrategia:
Transferir ese sentir o sol congelado en un aquí y ahora. Causando tu deseo de derribar estatuas.
La política del psicoanálisis es la de no retroceder ante la angustia. Transponiendo esa frontera. Hay un mas allá de la angustia.
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