No existe una expresión más terrible de la brujería, y a la vez una demostración mas irrefutable de su poder. La maldición zombi, una de las prácticas más terribles de la religión vudú, es una terrible realidad. Nuestro compañero Manuel Carballal ha viajado a Haití en varias ocasiones para investigar esta siniestra maldición.
El Bokor (brujo vudú) me lo había advertido: "los zombis son el mayor secreto del vudú, y los loas (dioses) no os permitirán desvelarlo", pero lo consideré un farol. Y eso pensaba cuando decidí salir por una ventana del tam-tam (camión convertido en autobús a golpe de soplete) que nos llevaba hacía Puerto Príncipe, bordeando la frontera con Dominicana. Mis compañeros dormitaban en los incómodos asientos, pero según mis mapas nos encontrábamos atravesando las plantaciones de caña de Hinche, donde Juan Blázquez (funcionario de la Embajada española en Haití) nos había sugerido la presencia de esclavos zombis, y pensé que quizás podría fotografiar dichas plantaciones (con suerte algún zombi) desde el techo del enorme camión. Trepé desde la ventana a la baca, zarandeado por los bamboleos del camión, y me acomodé como pude en la parte posterior, entre fardos de alimentos y cajas de ron...
Tras dos horas de botes constantes, lo ví. Un hombre extremadamente delgado caminaba entre las mazorcas de maíz, con paso inseguro, la mirada perdida, cubierto de mugre y harapos y una decrépita expresión en el rostro vacío de conciencia. ¿Podía ser uno de los míticos zombis? Apunté el 300 mm. de la cámara hacia aquél individuo, y en el mismo instante en que mi índice se apoyaba en el disparador, la rama de un árbol me golpeó en la cabeza. El impacto fue tan brutal que todo mi cuerpo giró en el aire. No soy capaz de explicar como pude agarrarme con una mano al borde de la baca en el último segundo, quedando colgado del camión que en ningún momento aminoró su marcha, mientras un hilo de sangre me cruzaba la cara... Tardé unos segundos en reaccionar, y unos minutos en conseguir subir de nuevo al tejado, para desplomarme entre los fardos hasta recobrar completamente la conciencia y el aliento. Cuando me repuse al terrible susto, y sin comprender como no me había matado con el golpe, o al caerme desde el techo del autobús, (de lo que nadie se habría percatado hasta que llegasen a Puerto Príncipe) recordé las palabras del Bokor. Por lo de pronto, el primer intento de acercarme al secreto zombi me había costado una brecha en la cabeza, un susto indescriptible, y un objetivo de 300 mm. ahora inservible. Y la aventura no había hecho más que empezar...
Las sociedades secretas
Una vez en Puerto Príncipe, y tras una cura de urgencia a mi maltrecho cráneo, comenzamos a contactar con los bokor, houngan (sacerdotes vudú) y mambos (sacerdotisas) a los que habíamos conocido en un viaje anterior a Haití. La ausencia de carreteras y los precarios medios de comunicación (apenas hay teléfonos), unido al secretismo que rodea la religión vudú, ralentizan de forma exasperante todas las gestiones. Para colmo, algunos desplazamientos a las aldeas de los houngan y bokor deben hacerse en caballo, moto o mula, lo que dificulta aún mas la investigación. Por esta razón todos los estudiosos, etnólogos, psiquiatras o antropólogos que han intentado estudiar el enigma zombi, han necesitado acudir a Haití en varias ocasiones ya que en un solo viaje resulta imposible salvar todas las dificultades que ofrece el país.
En nuestro caso, cuando regresamos a Puerto Príncipe pudimos recoger los contactos sembrados en otros viajes, y de esta forma pudimos acceder a algunos de los bokor fabricantes de zombis, y a las sociedades secretas que custodian estas siniestras prácticas. Sucesivas "iniciaciones", la participación en ceremonias, el aprendizaje de sus saludos y gestos rituales, y en definitiva, una constante dedicación a ganarnos la confianza de los houngan y bokor nos permitieron acercarnos, poco a poco, a sus secretos. Especialmente la zombificación. Sin embargo debo hacer constar que en algunos casos el acercamiento a estas sociedades secretas, y la asistencia a algunos de sus rituales -a veces meras estafas- entraña ciertos riegos. En nuestra última incursión, que pudo habernos costado un disgusto muy serio, tuvimos que zafarnos de una de esas sectas llegando a las manos, y viéndonos en la necesidad de desenfundar nuestros machetes (ver MÁS ALLÁ nº 112 ). Sirva como advertencia para los aventureros que deseen acercarse a los secretos del vudú...
Andriord Aolély es uno de los houngans miembro de la Sociedad Grand Drop de Puerto Príncipe, cuyo hounfor (templo) visitamos. Estas sociedades secretas, como Zobop, Bizango, Vlinbindingue, San Poel, Mandingue, etc, funcionan como una especie de sectas herméticas, en las que todos los componentes cuentan con el apoyo de sus hermanos de religión, tras aceptar un compromiso estricto de no revelar los secretos. Un servidor ya había tenido la oportunidad de estudiar estas sectas secretas afro-americanas, en otros países del Caribe, pero sólo en Haití se incluye, entre la práctica de alguna de ellas, la zombificación.
Las sociedades secretas haitianas, como la Gran Drop de Andriord Aolély, funcionan como pequeños feudos. Por encima del poder político o militar de la provincia, está el poder del houngan o bokor. Este funciona como una especie de soberano emérito, que al mismo tiempo que vela por el bienestar de su comunidad (Andriord nos explicó que incluso repartía las ayudas humanitarias que llegaban del exterior, o alfabetizaba a las hounsi (novicias vudú), etc), tiene la misión de repartir la justicia tradicional. Y es que, independientemente del Código Penal haitiano de origen francés, en cuyo artículo 246 se tipificaba el delito de zombificación hasta hace pocos años, existe la "justicia vudú", en la que se considera a la zombificación como la Pena Capital. En palabras del bokor Max Bobuard: "Es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de esta forma no aporta nada a la comunidad".
Esta es una forma de entender la zombificación en Haití, como la "Pena Capital" con la que la justicia tradicional, personificada en el bokor, condena a quien ha atentado contra la sociedad. Al menos así han intentado justificar algunos bokor sus siniestras prácticas. Sin embargo en todos los pueblos y ciudades del país es sabido que cualquier particular puede contratar los servicios de un bokor, o acudir a una sociedad secreta, para que un pariente, amigo, enemigo o vecino pueda ser convertido en zombi, haya atentado o no contra la comunidad. Y esos casos son los más dramáticos y espeluznantes que podemos encontrar en nuestros viajes por Haití...
¡Los zombis no existen!
A pesar de la ingente literatura existente sobre el tema, y los guiones cinematográficos inspirados en los "no muertos", para las autoridades haitianas la existencia de los zombis resulta extremadamente incómoda. En su opinión, atemoriza a un sector del turismo, y trasmite una imagen primitiva, feroz y supersticiosa del país. Al menos esto es lo que nos sugería Alix L. Laford, Jefe del Gabinete de Turismo, con quien nos entrevistamos en el Ministerio de Turismo de Haití, en Puerto Principe. Para Laford la existencia de los zombis resulta contraproducente desde el punto de vista turístico y económico. Tanto la clase política, como la alta sociedad haitiana, prefiere ironizar con la zombificación, sin embargo, cuando consigues ganarte su confianza, terminan reconociendo la existencia de los zombis como una siniestra realidad e incluso son fuente de valiosas pistas.
Así nos lo explicó Francoise Dresse, Canciller de la Embajada de Bélgica en Haití desde hace varios lustros. El Sr. Dresse, que ha tenido la posibilidad de asistir a auténticos rituales de vudú, entablando amistad con houngans y bokors, nos facilitó algunas pistas y consejos sumamente útiles en nuestra investigación. Como nos explicó detalladamente el Canciller belga, en la sistema de creencias vudú se considera que el cuerpo humano está habitado por dos espíritus, el Gro Bonanj y el Ti Bonanj (Gran y Pequeño Buen Angel). A través de la magia, un bokor puede expulsar esos espíritus del cuerpo de un hombre y aprisionarlos en una botella blanca. De esta forma conseguiría controlar el cuerpo físico del desafortunado, que pasaría a convertirse en su esclavo: así se fabricaría un zombi. Nosotros hemos podido asistir a diferentes rituales de vudú Rada, Congo y Pedro, en las cuales teóricamente se podría robar el espíritu de un hombre convertirlo en zombi. Sin embargo Francoise Dresse, europeo de extraordinaria formación cultural, nos sugirió otra línea de investigación. Una cosa es lo que crean los haitianos, y otra como se fabrica realmente un zombi. El Canciller nos sugirió, como otros muchos especialistas, que la creación de un zombi es un proceso químico, mucho más cercano a la utilización de la farmacopea natural y los venenos, que a místicos abracadabras y ambiguos encantamientos mágicos. Pero los bokors prefieren fomentar esa superstición, ya que las creencias son el mejor instrumento de control sobre una sociedad...
Ya en 1938 la extraordinaria aventurera y exploradora Zora Hurston publicó en su libro Tell my horse, la fotografía de una zombi hospitalizada en un sanatorio psiquiátrico de Haití. Desde entonces muchos enfermos mentales descubiertos cuando vagaban por algún camino solitarios, cabizbajos, harapientos y en estado de inanición, han sido sospechosos de ser víctimas de la zombificación. Nosotros pudimos fotografiar alguno de esos "presuntos zombis". Lamentablemente la patética infraestructura del país hace muy difícil la comprobación de sus identidades. La ausencia de médicos en la mayoría de aldeas hace que escaseen las partidas de nacimiento y defunción, y cuando se localiza a un enfermo mental abandonado en los bosques, resulta francamente complicado identificarlo.
Muchos terminan en centros de acogida evangélicos o en sanatorios psiquiátricos, abandonados a su destino. Sin embargo, a finales de los años setenta, un audaz neuropsiquiatra haitiano (aunque formado en Canadá), decidió investigar científicamente algunos de aquellos deficientes mentales, sospechosos de haber sido convertidos en zombis. Ese neuropsiquiatra abrió las puertas a una nueva dimensión del mito zombi. El Dr. Lamarque Douyon ha estudiado infinidad de supuestos zombis, sin embargo, en al menos 5 casos las evidencias resultaban especialmente inquietantes. Dos de esos casos supondrían la base documental para la investigación de Wade Davis y otros científicos años después.
El Bokor (brujo vudú) me lo había advertido: "los zombis son el mayor secreto del vudú, y los loas (dioses) no os permitirán desvelarlo", pero lo consideré un farol. Y eso pensaba cuando decidí salir por una ventana del tam-tam (camión convertido en autobús a golpe de soplete) que nos llevaba hacía Puerto Príncipe, bordeando la frontera con Dominicana. Mis compañeros dormitaban en los incómodos asientos, pero según mis mapas nos encontrábamos atravesando las plantaciones de caña de Hinche, donde Juan Blázquez (funcionario de la Embajada española en Haití) nos había sugerido la presencia de esclavos zombis, y pensé que quizás podría fotografiar dichas plantaciones (con suerte algún zombi) desde el techo del enorme camión. Trepé desde la ventana a la baca, zarandeado por los bamboleos del camión, y me acomodé como pude en la parte posterior, entre fardos de alimentos y cajas de ron...
Tras dos horas de botes constantes, lo ví. Un hombre extremadamente delgado caminaba entre las mazorcas de maíz, con paso inseguro, la mirada perdida, cubierto de mugre y harapos y una decrépita expresión en el rostro vacío de conciencia. ¿Podía ser uno de los míticos zombis? Apunté el 300 mm. de la cámara hacia aquél individuo, y en el mismo instante en que mi índice se apoyaba en el disparador, la rama de un árbol me golpeó en la cabeza. El impacto fue tan brutal que todo mi cuerpo giró en el aire. No soy capaz de explicar como pude agarrarme con una mano al borde de la baca en el último segundo, quedando colgado del camión que en ningún momento aminoró su marcha, mientras un hilo de sangre me cruzaba la cara... Tardé unos segundos en reaccionar, y unos minutos en conseguir subir de nuevo al tejado, para desplomarme entre los fardos hasta recobrar completamente la conciencia y el aliento. Cuando me repuse al terrible susto, y sin comprender como no me había matado con el golpe, o al caerme desde el techo del autobús, (de lo que nadie se habría percatado hasta que llegasen a Puerto Príncipe) recordé las palabras del Bokor. Por lo de pronto, el primer intento de acercarme al secreto zombi me había costado una brecha en la cabeza, un susto indescriptible, y un objetivo de 300 mm. ahora inservible. Y la aventura no había hecho más que empezar...
Las sociedades secretas
Una vez en Puerto Príncipe, y tras una cura de urgencia a mi maltrecho cráneo, comenzamos a contactar con los bokor, houngan (sacerdotes vudú) y mambos (sacerdotisas) a los que habíamos conocido en un viaje anterior a Haití. La ausencia de carreteras y los precarios medios de comunicación (apenas hay teléfonos), unido al secretismo que rodea la religión vudú, ralentizan de forma exasperante todas las gestiones. Para colmo, algunos desplazamientos a las aldeas de los houngan y bokor deben hacerse en caballo, moto o mula, lo que dificulta aún mas la investigación. Por esta razón todos los estudiosos, etnólogos, psiquiatras o antropólogos que han intentado estudiar el enigma zombi, han necesitado acudir a Haití en varias ocasiones ya que en un solo viaje resulta imposible salvar todas las dificultades que ofrece el país.
En nuestro caso, cuando regresamos a Puerto Príncipe pudimos recoger los contactos sembrados en otros viajes, y de esta forma pudimos acceder a algunos de los bokor fabricantes de zombis, y a las sociedades secretas que custodian estas siniestras prácticas. Sucesivas "iniciaciones", la participación en ceremonias, el aprendizaje de sus saludos y gestos rituales, y en definitiva, una constante dedicación a ganarnos la confianza de los houngan y bokor nos permitieron acercarnos, poco a poco, a sus secretos. Especialmente la zombificación. Sin embargo debo hacer constar que en algunos casos el acercamiento a estas sociedades secretas, y la asistencia a algunos de sus rituales -a veces meras estafas- entraña ciertos riegos. En nuestra última incursión, que pudo habernos costado un disgusto muy serio, tuvimos que zafarnos de una de esas sectas llegando a las manos, y viéndonos en la necesidad de desenfundar nuestros machetes (ver MÁS ALLÁ nº 112 ). Sirva como advertencia para los aventureros que deseen acercarse a los secretos del vudú...
Andriord Aolély es uno de los houngans miembro de la Sociedad Grand Drop de Puerto Príncipe, cuyo hounfor (templo) visitamos. Estas sociedades secretas, como Zobop, Bizango, Vlinbindingue, San Poel, Mandingue, etc, funcionan como una especie de sectas herméticas, en las que todos los componentes cuentan con el apoyo de sus hermanos de religión, tras aceptar un compromiso estricto de no revelar los secretos. Un servidor ya había tenido la oportunidad de estudiar estas sectas secretas afro-americanas, en otros países del Caribe, pero sólo en Haití se incluye, entre la práctica de alguna de ellas, la zombificación.
Las sociedades secretas haitianas, como la Gran Drop de Andriord Aolély, funcionan como pequeños feudos. Por encima del poder político o militar de la provincia, está el poder del houngan o bokor. Este funciona como una especie de soberano emérito, que al mismo tiempo que vela por el bienestar de su comunidad (Andriord nos explicó que incluso repartía las ayudas humanitarias que llegaban del exterior, o alfabetizaba a las hounsi (novicias vudú), etc), tiene la misión de repartir la justicia tradicional. Y es que, independientemente del Código Penal haitiano de origen francés, en cuyo artículo 246 se tipificaba el delito de zombificación hasta hace pocos años, existe la "justicia vudú", en la que se considera a la zombificación como la Pena Capital. En palabras del bokor Max Bobuard: "Es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de esta forma no aporta nada a la comunidad".
Esta es una forma de entender la zombificación en Haití, como la "Pena Capital" con la que la justicia tradicional, personificada en el bokor, condena a quien ha atentado contra la sociedad. Al menos así han intentado justificar algunos bokor sus siniestras prácticas. Sin embargo en todos los pueblos y ciudades del país es sabido que cualquier particular puede contratar los servicios de un bokor, o acudir a una sociedad secreta, para que un pariente, amigo, enemigo o vecino pueda ser convertido en zombi, haya atentado o no contra la comunidad. Y esos casos son los más dramáticos y espeluznantes que podemos encontrar en nuestros viajes por Haití...
¡Los zombis no existen!
A pesar de la ingente literatura existente sobre el tema, y los guiones cinematográficos inspirados en los "no muertos", para las autoridades haitianas la existencia de los zombis resulta extremadamente incómoda. En su opinión, atemoriza a un sector del turismo, y trasmite una imagen primitiva, feroz y supersticiosa del país. Al menos esto es lo que nos sugería Alix L. Laford, Jefe del Gabinete de Turismo, con quien nos entrevistamos en el Ministerio de Turismo de Haití, en Puerto Principe. Para Laford la existencia de los zombis resulta contraproducente desde el punto de vista turístico y económico. Tanto la clase política, como la alta sociedad haitiana, prefiere ironizar con la zombificación, sin embargo, cuando consigues ganarte su confianza, terminan reconociendo la existencia de los zombis como una siniestra realidad e incluso son fuente de valiosas pistas.
Así nos lo explicó Francoise Dresse, Canciller de la Embajada de Bélgica en Haití desde hace varios lustros. El Sr. Dresse, que ha tenido la posibilidad de asistir a auténticos rituales de vudú, entablando amistad con houngans y bokors, nos facilitó algunas pistas y consejos sumamente útiles en nuestra investigación. Como nos explicó detalladamente el Canciller belga, en la sistema de creencias vudú se considera que el cuerpo humano está habitado por dos espíritus, el Gro Bonanj y el Ti Bonanj (Gran y Pequeño Buen Angel). A través de la magia, un bokor puede expulsar esos espíritus del cuerpo de un hombre y aprisionarlos en una botella blanca. De esta forma conseguiría controlar el cuerpo físico del desafortunado, que pasaría a convertirse en su esclavo: así se fabricaría un zombi. Nosotros hemos podido asistir a diferentes rituales de vudú Rada, Congo y Pedro, en las cuales teóricamente se podría robar el espíritu de un hombre convertirlo en zombi. Sin embargo Francoise Dresse, europeo de extraordinaria formación cultural, nos sugirió otra línea de investigación. Una cosa es lo que crean los haitianos, y otra como se fabrica realmente un zombi. El Canciller nos sugirió, como otros muchos especialistas, que la creación de un zombi es un proceso químico, mucho más cercano a la utilización de la farmacopea natural y los venenos, que a místicos abracadabras y ambiguos encantamientos mágicos. Pero los bokors prefieren fomentar esa superstición, ya que las creencias son el mejor instrumento de control sobre una sociedad...
Ya en 1938 la extraordinaria aventurera y exploradora Zora Hurston publicó en su libro Tell my horse, la fotografía de una zombi hospitalizada en un sanatorio psiquiátrico de Haití. Desde entonces muchos enfermos mentales descubiertos cuando vagaban por algún camino solitarios, cabizbajos, harapientos y en estado de inanición, han sido sospechosos de ser víctimas de la zombificación. Nosotros pudimos fotografiar alguno de esos "presuntos zombis". Lamentablemente la patética infraestructura del país hace muy difícil la comprobación de sus identidades. La ausencia de médicos en la mayoría de aldeas hace que escaseen las partidas de nacimiento y defunción, y cuando se localiza a un enfermo mental abandonado en los bosques, resulta francamente complicado identificarlo.
Muchos terminan en centros de acogida evangélicos o en sanatorios psiquiátricos, abandonados a su destino. Sin embargo, a finales de los años setenta, un audaz neuropsiquiatra haitiano (aunque formado en Canadá), decidió investigar científicamente algunos de aquellos deficientes mentales, sospechosos de haber sido convertidos en zombis. Ese neuropsiquiatra abrió las puertas a una nueva dimensión del mito zombi. El Dr. Lamarque Douyon ha estudiado infinidad de supuestos zombis, sin embargo, en al menos 5 casos las evidencias resultaban especialmente inquietantes. Dos de esos casos supondrían la base documental para la investigación de Wade Davis y otros científicos años después.
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