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    san cipriano, obispo y mago

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    san cipriano, obispo y mago Empty san cipriano, obispo y mago

    Mensaje  fantasma Mar Jun 30, 2009 1:49 am

    Según la leyenda, San Cipriano fue Obispo de Antioquía, pero la
    historia eclesiástica dice que su sede era la de Cartago. Según las crónicas mágicas, Cipriano se dedicó desde muy joven a las prácticas del ocultismo.
    Según la tradición, el diablo puso en manos de Cipriano un libro escrito en hebreo, El gran Grimoría, que algunos atribuyen también al papa Honodo, y el cual encerraba entre sus páginas los secretos cabalísticos del dragón rojo y la cabra ínternal, o cabra del arte, así como también el maravilloso secreto de los números, o sea el conocimiento de la cábala.

    Antes de recibir la palma del martirio, en el libro que se le atribuye, Cipriano dice:«El número no es otra cosa que la repetición de la unidad. La unidad penetra fácilmente en los números y es la, medida común de todos ellos, así como es su manantial y su origen... La unidad es el alma vegetal y mineral que se encuentra en todas partes, que nadie conoce y que ninguno llama por su nombre, pero que está oculta bajo números, figuras y enigmas, y sin la cual ni la alquimia ni la magia natural podrían tener éxito...»
    Influido ya en esta época por las doctrinas cristianas, Cipriano añade: «Así como el uno es la armonía, el dos es el antagonismo, la unión momentánea de dos fuerzas en equilibrio, el principio del movimiento. Simboliza la acción de la vida, mientras que el tres es la existencia, el péndulo, el cual, asociado al dogma cristiano, representa a Dios, vita, verbum, lux...»

    Además de su profundo conocimiento de la cábala se atribuyen a Cipriano poderes extraordinarios. La gente le consultaba respecto a objetos perdidos y él los encontraba mirando fijamente en un vaso de agua. Algunos exegetas añaden que Cipriano veía sobre la superficie del agua paisajes lejanos, rostros, el interior de los hogares y personas ya desaparecidas. También se le atribuyen dotes de magnetismo y fascinación, hasta el punto de producir catalepsia en los individuos que hipnotizaba.
    En los viejos Grimorios todavía se encuentra una oración atribuida al
    San Cipriano legendario, que es posiblemente el santo Obispo de Cartago.
    Sus expresiones oscuras y figuradas pueden dar pábulo a la idea de que, antes de su conversión, era adicto a las letales prácticas de la Magia Negra.
    Esa plegaria puede traducirse así:

    'Yo, Cipriano, siervo de nuestro Señor Jesucristo, he orado a Dios
    Padre Omnipotente, diciendo: Tu eres el Dios fuerte, mi Dios Todopoderoso, que moras en la gran luz. Eres santo y digno de alabanza, y en los viejos tiempos contemplaste la maldad de tu siervo y las iniquidades en las que se sumergió por los ardides del denomio. Yo ignoraba tu verdadero nombre; pasé en medio de las ovejas y estaban sin pastor. Las nubes no derramaban rocío sobre la tierra; los árboles no daban fruto, y las parturientas no podían dar a luz. Ligué sin desligar; ligué los peces del mar y quedaron cautivos; ligué las sendas del mar y circundé muchos males.
    Pero ahora, Señor Jesucristo, he conocido tu Santo Nombre, te he amado, y me he convertido con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi ser interior. Me aparté de la multitud de mis pecados para caminar en tu amor y seguir tus mandamietnos, que en adedante son mi fe y mi oración. Tú eres el Verbo de la verdad, el único Verbo del Padre, y te conjuro ahora a romper la cadena de las nubes y a hacer descender sobre tus hijos tu agradable lluvia
    semejante a leche, a liberar los ríos y a los que nadan, y también a los que vuelan. Yo te conjuro a romper todas las cadenas y a eliminar todos los obstáculos por la virtud de tu Santo Nombre."

    La antigüedad de esta plegaria es evidente y constitutiva de las reminiscencias más notables de índole primitiva, pertenecientes al esoterismo cristiano de los primeros siglos de esta era.

    El calificativo de "Dorada" o "Áurea" dado a la fabulosa leyenda de
    santos alegóricos es señal suficiente de su carácter. El oro, para los ojos de los iniciados, es luz condensada; los números sagrados de la Cabala se llamaban dorados o áureos; las instrucciones morales de Pitágoras estaban contenidas en los Versos Áureos; y por la misma razón que la misteriosa obra de Apuleyo en la que un asno tiene un importante papel, se llama el Asno de Oro.

    Los paganos acusaron a los cristianos de adorar a un asno, y esa calumnia no es de su cosecha; puede conectarse con los judíos de Samaria, que expresaban las ideas cabalísticas sobre la Divinidad por medio de símbolos egipcios. La inteligencia era representada con el símbolo de una estrella mágica, venerada bajo el nombre de Rempham; la ciencia era representada con el emblema de Anubis, nombre alterado de Nibbas; mientras la fe o credulidad del vulgo aparecía bajo la imagen de Thartac, dios representado sosteniendo un libro, llevando un manto, y con cabeza de asno.
    Según los doctores samaritanos, el cristianismo era el reinado de
    Thartac, o la fe ciega y la credulidad del vulgo establecidas como oráculo universal, superior a toda comprensión y conocimiento. Es por eso que, en sus relaciones con los gentiles, cuando oían que se los identificaba con los cristianos, protestaban y suplicaban que no se los confundiese con los adoradores de la cabeza de un asno.

    Este Obispo, antes de ser santo y martir, era un practicante de magia negra,el cual dicen se arrepintio y renego de estas creencias despues de un desafortunado incidente que paso a narrar:

    Cierto día, cuando paseaba por las afueras de la ciudad, Cipriano se topó con dos jóvenes que se estaban batiendo en duelo. El Gran Cipriano, como ya le llamaban, amante de la paz, se interpuso entre ambos jóvenes y les interrogó sobre la causa del desafío. Ambos muchachos, Flavio y Lelio, enamorados de la misma joven, habían determinado batirse a duelo con objeto de que al morir uno de ellos, el otro quedara libre para aspirar al cariño de la que amaban. Cipriano les propuso actuar como mediador ante la muchacha para que ella decidiera a quién de los dos prefería. Ambos amigos aceptaron la mediación del mágico, y acordaron que aquel que quedara desairado se conformaría pacíficamente y cedería el campo a su venturoso rival.

    Cumpliendo su promesa, al día siguiente Cipriano se presentó en casa de la joven Celia, y quedó tan prendado de su belleza que pronto olvidó su misión y se sintió repentinamente enamorado de ella.

    Haciendo un poderoso esfuerzo de voluntad, expuso al fin el motivo de su visita, y suspiró aliviado cuando Celia le aseguró que no amaba ni a Flavio ni a Lelio y que, por lo tanto, ellos no debían abrigar la menor esperanza. En vista, pues, de que ninguno de los dos amigos podía conmover el corazón de la bella, Cipriano se aventuró a revelarle su fulminante amor.

    -Vos tampoco podéis acariciar esperanzas, buen Cipriano. Aunque estimo vuestra preferencia, me veo en el deber de rechazaros. Mi vida está consagrada a la nueva fe.

    -¿Os habéis hecho cristiana?

    -Sí.

    Cierto día, cuando paseaba por las afueras de la ciudad, Cipriano se topó con dos jóvenes que se estaban batiendo en duelo. El Gran Cipriano, como ya le llamaban, amante de la paz, se interpuso entre ambos jóvenes y les interrogó sobre la causa del desafío. Ambos muchachos, Flavio y Lelio, enamorados de la misma joven, habían determinado batirse a duelo con objeto de que al morir uno de ellos, el otro quedara libre para aspirar al cariño de la que amaban. Cipriano les propuso actuar como mediador ante la muchacha para que ella decidiera a quién de los dos prefería. Ambos amigos aceptaron la mediación del mágico, y acordaron que aquel que quedara desairado se conformaría pacíficamente y cedería el campo a su venturoso rival.

    Cumpliendo su promesa, al día siguiente Cipriano se presentó en casa de la joven Celia, y quedó tan prendado de su belleza que pronto olvidó su misión y se sintió repentinamente enamorado de ella.

    Haciendo un poderoso esfuerzo de voluntad, expuso al fin el motivo de su visita, y suspiró aliviado cuando Celia le aseguró que no amaba ni a Flavio ni a Lelio y que, por lo tanto, ellos no debían abrigar la menor esperanza. En vista, pues, de que ninguno de los dos amigos podía conmover el corazón de la bella, Cipriano se aventuró a revelarle su fulminante amor.

    -Vos tampoco podéis acariciar esperanzas, buen Cipriano. Aunque estimo vuestra preferencia, me veo en el deber de rechazaros. Mi vida está consagrada a la nueva fe.

    -¿Os habéis hecho cristiana?

    -Sí.

    Cogió una de las víboras del cesto, le cortó la cabeza y la puso al fuego sobre una piedra caliente. Después de desecada, la redujo a polvo en el mortero le agregó el hipómanes de un potro joven, unas o­nzas de láudano y un escrúpulo de semillas de cáñamo. Disolvió la mezcla en un julepe de vino y puso a macerar en él un pedazo de su camisa de dormir, usada durante más de dos noches.

    Transcurridos unos días, quitó el pedazo de lienzo y añadió unas gotas de tintura de cantáridas. Tras haberse frotado las manos concienzudamente con la mixtura, marchó de nuevo a visitar a Celia, con la excusa de reiterar la misión que Flavio y Lelio le encomendaran. Como el mágico esperaba, el filtro no tardó en producir sus efectos, y la esquiva Celia cayó rendida de amor en sus brazos.

    Cuando la joven pudo darse cuenta de lo ocurrido, comenzó a llorar amargamente, y reprochó a Cipriano que hubiese usado de sus malas artes para seducirla. Al ver la desolación de la muchacha, y arrepentido de haber utilizado aquellas armas, Cipriano le pidió perdón y le juró que jamás volvería a molestarla.

    De vuelta a su casa, abatido, Cipriano se puso a reflexionar amargamente. Contrito, se disponía a destruir todos sus instrumentos mágicos, cuando oyó que llamaban a la puerta. En el umbral, un forastero se apoyaba con aire de cansancio. El desconocido le pidió asilo por aquella noche, y Cipriano le hizo entrar en su casa y le invitó a compartir su yantar.

    -Os veo triste -le dijo al cabo de un rato el forastero- y aunque soy un extraño, si confiáis en mí podría remediar vuestras penas...

    -Os doy las gracias, pero eso no es posible. Mis penas ya no tienen remedio -respondió Cipriano.

    -Yo os aseguro lo contrario y si queréis comprobar mi buena voluntad, os prometo hacer maravillas, de tal naturaleza, que os convencerán de que poseo un poder desconocido para vos.

    -En ese caso, haced que se presente aquí y al momento la persona a quien amo; y que me demuestre su cariño de modo vehemente -le dijo Cipriano con una sonrisa, aceptando el desafío.

    Pero apenas había terminado de formular su petición cuando Celia apareció ante él, vestida sólo con un velo y tendiéndole los brazos.

    -Aquí estoy, Cipriano amado. Mi cuerpo y mi alma te pertenecen.

    Cipriano también tendió sus brazos, pero éstos sólo pudieron abrazar el vacío. La visión se había disipado al instante.

    -¿Qué magia, qué hechizo es este que me hace perder la razón? ¿Quién sois vos, forastero? -gritó Cipriano, arrebatado, interpelando a su huésped.

    -Seria mejor que me preguntarais qué clase de ciencia es la que ejecuta tales prodigios...

    Al advertir el repentino fulgor de los ojos del desconocido, Cipriano comprendió que se hallaba ante el mismo Satanás.

    -Tú puedes lograr los mismos prodigios -siguió el forastero-, pero para ello es preciso que adquieras los conocimientos necesarios. Te entregaré un libro que resume toda la ciencia de la naturaleza.

    El estudio de esta ciencia sólo se adquiere con dedicación y perseverancia. Pero te exijo dos condiciones: la primera, que debes entregarte a mí en cuerpo y alma; la segunda, que durante el plazo de un año no has de distraerte del estudio y las prácticas que yo te haré conocer...

    Cipriano, dominado por completo por el deseo de saber, subyugado también por el ascendiente que sobre él ejercía el misterioso personaje, aceptó obedecerle ciegamente con tal de que le pusiera en posesión de tan poderosa ciencia, al tiempo que, en su interior, barruntaba ya la forma de burlar el pago que el diablo le exigía a cambio.

    Durante un año, a partir de aquella fecha, nadie volvió a ver ni a saber nada de Cipriano. Transcurrido este tiempo, Cipriano regresó a Antioquia y sorprendió a todos con sus maravillosos prodigios

    Hoy en dia, se le invoca para cortar maleficios, brujerias, hechizos.

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