Planta que nace a los pies de los ahorcados, se alimenta del semen y la orina que cae de los cuerpos sin vida ya que al morir la bolsa seminal deja de hacer presion y deja escapar los liquidos que contiene. “Es la planta a la que, por crecer al pie de los patíbulos y por alimentarse del semen de los ajusticiados, se le atribuían antiguamente propiedades afrodisíacas y poderes mágicos de dominación política en la lucha por el poder...”
La mítica mandrágora es una planta que crece (ahora muy raramente) en lugares rocosos y abandonados que generalmente se inundan durante el otoño. Está emparentada con el tomate y la batata, produce un fruto hediondo, y contiene los alcaloides hiosciamina, escopolamina, atropina y mandragorina, cuyos efectos son sedativos y antiespasmódicos, y al parecer, afrodisíacos (...)
Por eso, y también por la forma de su raíz que se asemeja extraordinariamente a la figura de un hombre, en la antigüedad se le atribuyeron a la mandrágora propiedades mágicas y curativas de la esterilidad humana y la impotencia sexual. En la Biblia (Antiguo Testamento, Génesis 30) se relata que la estéril Raquel, una de las esposas de Jacob, concibió y dio a luz a sus célebres hijos José —el que fue vendido por sus hermanos y fue primer ministro en Egipto— y Benjamín, sólo después de que comió la mandrágora.
Según una leyenda, la mandrágora crecía al pie del Árbol de la Vida, en el Paraíso Terrenal, y tenía virtudes mágicas porque era el producto vivo del que nacieron Adán y la humanidad, los animales y las plantas.
En la mitología griega (La Odisea), Circe preparaba sus pócimas a base de la mandrágora. Pero también médicos científicos como Hipócrates (460-370 antes de Cristo) la estudiaron y aprovecharon sus propiedades medicinales.
Durante la Edad Media temprana, la mandrágora se usaba como medicina, se aplicaba como cataplasma y se tomaba en consomé (caldo), y a los enfermos se les hacía sostener la raíz en alto, con la mano derecha.
Por la ignorancia imperante en la Edad Media se consideró que la mandrágora era una planta diabólica. Se decía que en ella se refugiaban las almas de los desesperados y que quien la poseía podía escapar a los atentados, tener poderes especiales e inclusive volverse invisible. Igualmente se creía que la planta nacía al pie de los patíbulos y se alimentaba con las orinas y el semen de los ahorcados, y de allí sus supuestas propiedades eróticas.
A Juana de Arco (1412-1431), la Doncella de Orleáns, quien fue quemada en la hoguera por bruja pero ahora es la santa patrona de Francia, sus verdugos la acusaron de llevar oculta entre las ropas una raíz de mandrágora, de la que obtenía su poder de adivinación y su don de mando, y producía las voces extrañas que la virgen mártir escuchaba y atribuía a Dios. Y en el Renacimiento, Maquiavelo, a quien citó el doctor León Núñez en su último artículo, recomendó en “La Mandrágora” que las mujeres estériles consumieran dicha raíz para poder concebir.
La mítica mandrágora es una planta que crece (ahora muy raramente) en lugares rocosos y abandonados que generalmente se inundan durante el otoño. Está emparentada con el tomate y la batata, produce un fruto hediondo, y contiene los alcaloides hiosciamina, escopolamina, atropina y mandragorina, cuyos efectos son sedativos y antiespasmódicos, y al parecer, afrodisíacos (...)
Por eso, y también por la forma de su raíz que se asemeja extraordinariamente a la figura de un hombre, en la antigüedad se le atribuyeron a la mandrágora propiedades mágicas y curativas de la esterilidad humana y la impotencia sexual. En la Biblia (Antiguo Testamento, Génesis 30) se relata que la estéril Raquel, una de las esposas de Jacob, concibió y dio a luz a sus célebres hijos José —el que fue vendido por sus hermanos y fue primer ministro en Egipto— y Benjamín, sólo después de que comió la mandrágora.
Según una leyenda, la mandrágora crecía al pie del Árbol de la Vida, en el Paraíso Terrenal, y tenía virtudes mágicas porque era el producto vivo del que nacieron Adán y la humanidad, los animales y las plantas.
En la mitología griega (La Odisea), Circe preparaba sus pócimas a base de la mandrágora. Pero también médicos científicos como Hipócrates (460-370 antes de Cristo) la estudiaron y aprovecharon sus propiedades medicinales.
Durante la Edad Media temprana, la mandrágora se usaba como medicina, se aplicaba como cataplasma y se tomaba en consomé (caldo), y a los enfermos se les hacía sostener la raíz en alto, con la mano derecha.
Por la ignorancia imperante en la Edad Media se consideró que la mandrágora era una planta diabólica. Se decía que en ella se refugiaban las almas de los desesperados y que quien la poseía podía escapar a los atentados, tener poderes especiales e inclusive volverse invisible. Igualmente se creía que la planta nacía al pie de los patíbulos y se alimentaba con las orinas y el semen de los ahorcados, y de allí sus supuestas propiedades eróticas.
A Juana de Arco (1412-1431), la Doncella de Orleáns, quien fue quemada en la hoguera por bruja pero ahora es la santa patrona de Francia, sus verdugos la acusaron de llevar oculta entre las ropas una raíz de mandrágora, de la que obtenía su poder de adivinación y su don de mando, y producía las voces extrañas que la virgen mártir escuchaba y atribuía a Dios. Y en el Renacimiento, Maquiavelo, a quien citó el doctor León Núñez en su último artículo, recomendó en “La Mandrágora” que las mujeres estériles consumieran dicha raíz para poder concebir.
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